jueves, 15 de julio de 2010

I Don't Love You



Sí, soy emo. No como los emo que se juntan en la glorieta del metro Insurgentes, o como los que aparecen en los gifs animados que la gente usa en el Myspace, o como los que salen en los videos de odio del insufrible Anticristo. No, no soy como ninguno de esos emos, pero soy emo.

En los últimos años, mis tiempos malos eran más constantes que los buenos. Me deprimía, me ponía a llorar por pendejadas y me la pasaba quejándome y lamentándome por todo y para todo; la mayoría de las veces pensaba en mi lado negativo, en lo que creía que a la gente le cagaba de mí y en todo lo que algunas personas "malvadas" me hacían, sin darme cuenta de que todo eso provocaba que, efectivamente, yo fuera una persona negativa, y que me convirtiera en una víctima de la manera más pendeja y que le cagara la madre a todos los que me rodeaban con mis gimoteos y mi autocompasión. Estoy segura de que de haber usado fleco, lo habría dejado crecer para taparme el ojo y "escapar de la realidad"; hasta ahora me pregunto cómo es que pude ser tan insoportable y que nadie me agarrara a golpes o cachetadas, o a golpes y cachetadas, y me sigue pareciendo increíble que nadie me dijera que dejara los lloriqueos y empezara a ver las cosas como realmente eran.

La larga procesión de quejas, llanto, ojos tapados y asco por el mundo parecía que no llegaría a su fin hasta que leí un libro de mi amadísimo Kazantzakis: El pobre de Asís. Como muchos de los amables lectores que frecuentan (o frecuentaban) este blog saben, soy muy pero muy fan de San Francisco, y aunque antes de leer esa novela ya lo admiraba, no fue sino hasta que conocí otros hechos de su vida que lo amé como he amado pocas veces en mi vida. Después de saber lo que sufrió, lo que tuvo que enfrentar, los insultos que soportó, las pedradas que recibió y todo lo que padeció sin quejarse, me di cuenta de que yo era una payasa, de que en realidad no sabía lo que es sufrir y de que sólo desperdiciaba tiempo y energías en tratar de arreglar algo que realmente no necesitaba arreglo.

Los respetados lectores de este humilde blog se preguntarán: ¿y qué tiene que ver una cosa con la otra?, ¿y qué relación guarda todo esto con la canción? Pues bien, lo sabrán después de escuchar la melodía y leer la letra.


My chemical romance - i don't love you
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My Chemical Romance - I Don't Love You

Well, when you go
Don't ever think I'll make you try to stay
And maybe when you get back
I'll be off to find another way

And after all this time that you still owe
You're still a good-for-nothing I don't know
So take your gloves and get out
Better get out while you can

When you go would you even turn to say
"I don't love you like I did yesterday"?

Sometimes I cry so hard from pleading
So sick and tired of all the needless beating
But baby when they knock you down and out
It's where you oughta stay

Well after all the blood that you still owe
Another dollar's just another blow
So fix your eyes and get up
Better get up while you can, whoa whoa

When you go would you even turn to say
"I don't love you like I did yesterday"?
Well come on, come on!

When you go would you have the guts to say
"I don't love you like I loved you yesterday"?

I don't love you like I loved you yesterday
I don't love you like I loved you yesterday


Aunque mi descubrimiento de San Francisco me hizo cambiar muchos de los pensamientos y las ideas erradas que tenía, una parte de mí siguió siendo emo y permaneció así porque, como siempre se dice, en la vida debe existir un equilibrio: no puede haber alguien que esté permanentemente triste ni permanentemente feliz, y si lo hay, seguramente es porque padece alguna enfermedad. En ocasiones me deprimo, así como cualquier persona, pero también me doy el gusto de estar bien y en paz con mi propio ser, que es mucho más agradable y llevadero que andar de quejiche y viéndole el lado malo a todo. Comparado con lo que pasó Francisco, lo que me sucede a mí son pendejaditas, y en lugar de andar lamentándome y cayéndole mal a los que están a mi alrededor, mejor pienso que la tengo barata, pues a mí no me tocó pasar por esas pruebas tan duras, y mi sacrificio (si es que hago alguno) no se siente como tal porque realmente saboreo cada cosa, sea buena, mala o más o menos, y me doy el lujo de ser emo cuando se necesita, que a fin de cuentas tampoco es tan terrible como lo quieren hacer creer.

Algunas personas odian a los emo porque piensan que su movimiento es ridículo y que no tiene nada rescatable, y yo, aunque no soy una defensora al cien por ciento de esta tribu urbana, respeto su manera de expresarse y su forma de ver la vida, porque ni ellos ni yo poseemos la verdad absoluta, y las diferencias, en lugar de separar, me parece que deben unir más, pues la diversidad equivale a la riqueza de criterios, de ideas y, por qué no, de soluciones. Por otra parte, San Francisco también fue odiado, rechazado e incomprendido miles de veces, sin embargo, eso no lo detuvo y siempre expresó todo lo que tenía dentro de sí; yo en ocasiones (si no es que casi siempre) quisiera ser como él, y aunque sé que no lo lograré, o que alguien por ahí dirá que tengo ideales muy tontos, o que de seguro soy una santurrona porque no me da pena expresar mi lado espiritual, o que alguna persona creerá que estoy loca porque digo que hablo con Francisco y no precisamente orando, me siento bien al imitarlo en el buen sentido, al no esperar nada y al dedicarme a conseguir lo que no puedo alcanzar, pues mi recompensa será más cuantiosa que cualquier cosa que en el plano terrenal pueda obtener.

Por último, retomando el asunto de la canción, puedo decir que la elegí porque así lo quise y nada más. No me recuerda algo en específico (salvo las ocasiones en las que llegué a andar ardilla) pero sin duda me hace tener presente el movimiento emo, y considero que la letra refleja bien sus preceptos, pues a fin de cuentas parte de las emociones. Todos en algún momento hemos sentido el impulso de preguntarle a alguien por qué no tuvo las pelotas para hacer tal o cual cosa, y todos alguna vez nos hemos sentido emo (ánimo emo o "émimo", como se menciona en alguna parte de exte excelente blog), y creo que por más que se critique esta cultura o movimiento, como todo en este mundo, tiene sus aspectos rescatables, y yo pienso que uno de ellos es esta canción.

Sí, de vez en cuando se puede correr el rímel; sí, de vez en cuando se puede estar deprimido; sí, de vez en cuando puede uno andar de ardilla, y sí , de vez en cuando hay que acordarnos de las emociones, pues es con ánimo, con emoción, que se logran las grandes cosas que aportan un poco de sentido a la existencia (aunque una plática con un santo también puede ayudar).

Lau dixit.

lunes, 12 de julio de 2010

Nunca ganaremos el mundial

Aunque pasemos de los treinta y las derrotas sean eternas...

LHR



Seguramente muchas personas recordaron la canción que le da título a este post y se hicieron la misma pregunta que yo cuando vieron que la selección española comenzaba a destacar en este mundial: ¿qué va a pasar si, efectivamente, se llevan la copa a casa?, ¿le cambiarán el título a la canción?, ¿el grupo dejará de tocarla? No sabemos qué vaya a suceder, y aunque la canción ya no aplica para los españoles, sí podría ser un himno para otras selecciones que ven muy lejana la posibilidad de levantar el codiciado trofeo dorado.

En el trabajo se organizó una quiniela y si bien al principio no tenía muchos ánimos de participar, al final me di cuenta de que sólo se trataba de jugar y que, como en todo juego, la finalidad era divertirme sin importar si ganaba o no, así que eché los dados e hice mis predicciones aun sin saber nada de futbol. Elaboré dos quinielas, en una ganaba España y en la otra ganaba Holanda, ambos finalistas en este mundial; en la que puse a la Roja como campeón me fue mal, y en la que puse a la Naranja Mecánica como campeón la cosa fue diferente: contrario a lo que esperaba, hice un pronóstico muy acertado y estuve cerca de ganar, pero el gol de los españoles anuló toda posibilidad de llevarme el premio.

Nunca he sido muy fan del futbol porque no lo entiendo del todo, y aunque sé que después del mundial continuaré siguiendo fervorosamente al ManU y nada más, creo que ahora comprendo por qué las personas se apasionan tanto con él y lo llaman "el deporte más hermoso del mundo". Todavía no sé bien a bien qué es un fuera de lugar, o por qué se marca una falta cuando un jugador mamón se tira al piso y chilla como si de verdad le hubieran pegado, pero sí sé que en este mundial me emocioné como nunca y estuve a punto de sufrir varios infartos cuando mis selecciones predilectas jugaban un partido, y me reí cuando ellos rieron y lloré cuando ellos lloraron, y me volví una zombie del futbol como sucede en esos comerciales tan cómicos del desodorante para hombres. Todo este mes lo único que tuve en mente fue el deporte como tal, y si me enojaba por no acertar en los pronósticos de mi quiniela, no era porque me alejaba de la oportunidad de llevarme la bolsa tan jugosa o porque había invertido dinero, más bien mi molestia era por ver a mis equipos derrotados, porque los sentía tan míos que lo que les pasaba me afectaba como si fueran de mi propio país. En este mundial me quedó clara toda la belleza y la poesía que cada jugador crea con sus pies, con sus piernas, y que se materializa cuando el balón cruza la portería y la afición se une en un grito de alegría y celebración al que llamamos gol.

A continuación, el video (o intento de) y la letra de la canción:



La Habitación Roja - Nunca ganaremos el mundial


Volverán los días de ingenio,
el mundial que nunca ganaremos,
la fuerza y las noches de miedo,
los clásicos serán siempre modernos.

Eres lo único que me queda,
la resistencia clandestina
defendiendo causas perdidas,
romanticismos suicidas.

Indispensable en tu equipaje,
iré contigo a todas partes
como tu canción favorita,
siameses inseparables.

Te abrazaré hasta el fin de los tiempos,
seré tu piel, tus mejores momentos.
Un clásico antiguo como un beso
y haré por ti todas las cosas
que nunca hice por mí, sí.

Aunque las calles se derritan,
aunque las flores se marchiten,
aunque pasemos de los treinta
y las derrotas sean eternas.

Te abrazaré hasta el fin de los tiempos,
seré tu piel, tus mejores momentos.
Un clásico antiguo como un beso
y haré por ti todas las cosas
que nunca hice por mí, sí.

Volverán los días de ingenio,
el mundial que nunca ganaremos...
Te abrazaré hasta el fin de los tiempos,
seré tu piel, tus mejores momentos.
Un clásico antiguo como un beso
y haré por ti todas las cosas
que nunca hice por mí, sí,
que nunca hice por mí.


Como dice la letra de la canción, la afición al futbol permanecerá por siempre, pase lo que pase. No importa si México no llega al quinto partido, la selección siempre será querida y apoyada (excepto el Bofo y Guille Franco, y tal vez Paul Aguilar); no importa si los favoritos pierden, pues siempre habrá más mundiales para que renazcan de sus cenizas; no importa si hay un lesionado, porque siempre habrá un compañero que lo ayude a levantarse, o lo releve para llevar al equipo a la gloria; no importa si un gol está fuera de lugar, porque habrá muchos otros que sí valgan; no importa si llueve, porque el agua es una manifestación de Dios y sólo hace a los jugadores más fuertes; no importa si hace frío, pues un corazón lleno de vigor y de pasión puede sostener a cualquiera; no importa nada, en verdad no importa nada más que estar en ese campo dándolo todo, peleando como los héroes para apropiarse de la victoria.

De este mundial me quedo con muchas cosas, algunas buenas, otras no tan buenas, unas tristes, otras felices, otras tantas chuscas, y varias que no entran en ninguna clasificación. Entre mis recuerdos de esta copa del mundo se quedarán la jorobita de Cuahtémoc; la primera vez que vi al Chicharito mentar madres; la cara de delincuente de Wayne Rooney; la frustración de Robert Green por haber cometido un error gravísimo; la amplias y brillosas entradas de Landon Donovan; el jugador de los Estados Unidos que se parece al Doctor House; la belleza de los serbios; la primera vez que vi la expulsión de un portero; la diademita noventera de Forlán; la guapura de Higuaín; la pasguatez de los franceses; enterarme de que Messi es fan de Oasis; los berrinches de Maradona; los emocionantes últimos goles de los italianos; el trabalenguas que es el apellido Camoranesi (¿sí se escribe así?); los chistes a costa de Elano y Kaká; que Et'o pasara sin pena ni gloria; que nunca viéramos a Drogba y hasta nos preguntáramos si alguna vez jugó; descubrir que el hombre más mamado del mundo estaba en las filas de la selección de Camerún; la majestuosidad de Klose; la cara de sapito de Özil; las chichis de Larissa Riquelme; la escupitina del bobo de Cristiano Ronaldo; los pronósticos del pulpo Paul; los besuqueos de Iker Casillas con su novia; la calvicie y el cuerpo de perro parado de Iniesta; los hermosísimos ojos azules de un jugador español que no sé cómo se llama; la famosa toalla de Puyol; cuando Bert van Marwijk se quitó la medalla con desdén; la influencia de Johan Cruyff; el momento en el que el balón rebotó en la cabeza de un jugador holandés; las lágrimas de Wesley Sneijder...

Aunque no gané la quiniela me siento bien y me quedo con la satisfacción de que supe jugar y que también supe perder. Ahora comprendo el vacío que muchos sienten cuando la fiesta futbolera llega a su fin y, al igual que ellos, experimento una sensación parecida a cuando se acaba la Navidad o cuando me encuentro en los últimos minutos de mi cumpleaños, porque pasará mucho tiempo antes de que vuelva a experimentar la misma alegría, aunque, por otra parte, sé que siempre habrá futbolistas, habrá partidos y habrá goles que festejar en lo que aguardamos ese gran momento, esa gran celebración, ese gran amor, esa maravilla a la que llamamos mundial de futbol...

Lau dixit.