lunes, 28 de septiembre de 2009

Carrera Bonafont

Continuemos con el resumen de mi vida en el tiempo en el que estuve desaparecida.

II

De cómo me fue en la Carrera Bonafont

Ese día fue domingo. Estuve trabajando hasta las cinco de la mañana y sólo llegué a casa a acostarme diez minutos porque mi hermana ya se estaba alistando para irnos. En el camino se me querían cerrar los ojos pero no me dormí porque corría el riesgo de no querer despertar.

Llegamos muy temprano a la Diana, y después de usar los pavorosos Sani-rent, nos fuimos a nuestro respectivo bloque de salida. La neta nunca pensé que alguien se pudiera quedar dormido de pie, y si bien no lo hice, sí se me cerraban los ojos y como que en cualquier momento me iría de bruces por tanto cansancio. Esa situación no duró mucho, pues a cada rato nos recorrían, y en menos de lo que canta un gallo ya estaba oyendo el Himno Nacional y el disparo de salida.

Como en todas las carreras a las que asiste un chingo de gente, tardé un poco en agarrar un ritmo, pues las mujeres se amontonaban y era difícil empezar a correr. Ya cuando matuve un paso constante, mi única preocupación era no caer muerta sobre el pavimento. Aunque no es la primera carrera a la que asisto sin dormir, me preocupaba mucho más por el circuito de la misma, ya que era muy recto y eso a mí me mata, pues siento que no avanzo y comienzo a desesperarme (como sucedió en la carrera Avon del año pasado y la Nike Womens en el mes de marzo del presente).

Siempre que corro una carrera me pongo a observar lo que sucede a mi alrededor, pues me entretiene ver lo que hace la gente (es decir, "recortarla"). En esta ocasión me di cuenta de todas las cosas que me cagan de las carreras, mismas que enlistaré a continuación:

1. La gente que te empuja. Me choca que su falta de educación sea más fuerte que la solidaridad y el respeto que tendrían que mostrar en una carrera.

2. Las cosas que te gritan los espectadores. A veces gritan frases alegres y motivadoras, otras, parece que echan caca por la boca. Yo no me inclino por ninguna, preferiría que se quedaran callados.

3. Que haya carrera y caminata al mismo tiempo. Cada quien es libre de correr o caminar si así le place, pues pagó una inscripción, sin embargo, las personas que caminan no tienen compasión por los que corremos y lo hacen desperdigados, no se repliegan a uno u otro lado del camino, por lo cual hay que ir esquivando gente y cansarse de gratis.

4. Que la gente no sepa competir. Es bien sabido por todos que muchas personas, con tal de ganar, hacen cosas antideportivas que afectan a otros competidores. Por lo regular, los ganadores de las carreras son extranjeros o personas muy experimentadas, así que no hay necesidad de recurrir a culereces que afecten a las personas pacíficas. Cada quien está en su derecho de esforzarse y querer ganar, pero no hay necesidad de pasar por encima de otros.

5. La desorganización. En todas y cada una de las carreras a las que he asistido, cuando pregunto dónde está el guardarropa o algún otro servicio, no me saben decir. De igual manera, cuando se forman los bloques de salida, uno no tiene la menor idea de dónde chingados le toca y después se hace un relajo porque nadie se ubica donde le corresponde.

6. El paquete de corredor y el paquete de recuperación. Comúnmente, un porcentaje de la inscripción a una carrera se dona a alguna causa (quién sabe si benéfica) y se entiende que los paquetes no traigan muchas cosas, pero no se justifica que den fruta verde que no se puede consumir como en una semana, o yogurt que está a unos días de expirar. Asimismo, las playeras son corrientísimas, ni para enmarcarlas como las playeras de equipos de algun pambolero empedernido.

En resumen, puedo decir que me fue bien, no caí muerta y todavía tuve fuerzas para irme a trabajar y terminar a las 3 de la mañana.

Seguramente muchos lectores de este humilde blog se preguntarán para qué me inscribo a las carreras si me la paso de quejiche, y yo también me lo pregunto, pero después de darle vueltas al asunto concluyo que esas cosas que me molestan no son lo suficientemente fuertes como para detenerme y competir contra mi propia persona.

Lau dixit.

martes, 22 de septiembre de 2009

Antes de continuar con el resumen de mi vida en las últimas semanas...

Quiero hablar de lo sucedido el día viernes en el metro Balderas.

Me parece lamentable que este asunto se tome como pretexto para argumentar que la inseguridad está peor cada día o que ya no se puede andar tranquilo ni en el metro, cuando los motivos por los que este individuo balaceó a los usuarios de este medio de transporte fueron de índole psiquiátrico.

Con lo anterior no pretendo minimizar lo sucedido, y seguramente mi opinión no cambia en nada las cosas, pero sí me gustaría que se dejen de decir y hacer estupideces, que se deje de buscar una justificación para atacar al gobierno cuando debemos reclamarle otras cosas que sí son de su competencia, como el aumento excesivo en los precios de los productos básicos para la supervivencia, o la cantidad exagerada de baches y hoyos en las vialidades, siendo que parte de nuestros impuestos se destina a ese fin, entre otras cosas.

El domingo, un noticiario nocturno dio inicio a una serie de reportajes morbosos y poco profesionales en los que mostraron escenas del velorio y del entierro de las dos personas que lamentablemente fallecieron. Es de muy mal gusto que muestren el dolor de la gente y la molesten con preguntas idiotas. Lo peor de todo esto fue una señora que estuvo presente el día del tiroteo y que asistió a los funerales de un hombre que enfrentó al loco este, y que por desgracia perdió la vida, pues al ser entrevistada dijo que los demás usuarios del metro eran unos cobardes, que ya no hay civismo y que a los mexicanos "nos faltan muchas cosas". Sólo espero que lo que nos falta no sea cerebro, como a esta mujer. ¿Cómo se atreve a decir algo así? En ese caso, cuando me asalten seré una cobarde al no oponer resistencia y forcejear con el asaltante, y también me faltará civismo si alguien me navajea en la calle y no le arrebato el arma antes de terminar de desangrarme.

Todos, o casi todos, los que usamos el metro tenemos una familia y nos espera en casa (sí, mis gatos me esperan), por lo cual necesitamos estar sanos y completos porque hay que chingarle para poder tragar diario y cubrir las necesidades básicas y algún otro contratiempo que pudiera surgir. Por razones como esa creo que más de uno tuvo ganas de hacer algo, pero no se atrevió al tener tantos motivos para regresar a su casa sano y salvo. Me parece injusto que una persona se refiera a todos como lo peor de lo peor sólo porque no intentan arrebatarle la pistola a un loco que siente que tiene que purgar los pecados de la humanidad, y también me parece injusto que pasen ese tipo de comentarios en cadena nacional y a todas horas pues, desafortunadamente, las opiniones equivocadas e irracionales se esparcen como pólvora. No me extrañaría que en unos días muchos expresaran comentarios como el de aquella señora.

Lo que pasó el viernes en Balderas NO es una muestra de la inseguridad que hay en la ciudad. Lo que sucedió es una muestra de lo que ocurre cuando el fanatismo es llevado al extremo y cuando no se atienden los problemas psicológicos a tiempo. El día de ayer me topé con un retén en Patriotismo, en el cual a las mujeres nos revisaron las bolsas y a los hombres se les indicó que descendieran del pesero para revisarlos de arriba abajo. Está muy mal que te traten como a un criminal cuando supuestamente las revisiones tienen el fin de procurar la seguridad de los pasajeros y que quieran prevenir una situación que, según yo, no depende de la delincuencia, sino de un problema social.

Más que gastar recursos en retenes y "distracciones" para que la gente se olvide de problemas graves en diversos sectores (como el económico), se debe destinar un presupuesto para fomentar la educación y una cultura del respeto hacia los demás, con la cual se pueda evitar que las personas se conviertan en sociópatas y cometan actos como el sucedido en el metro Balderas. La salud de la sociedad es algo que concierne a todos los mexicanos y cuando está mal no se alivia haciendo comentarios estúpidos en la tele o viendo cómo la gente sufre ante la pérdida de un ser querido. La salud de nuestra sociedad depende de todos y cada uno de nosotros, y un buen comienzo es no creer toda la mierda que unos cuantos quieren que nos traguemos, más bien se trata de formar un criterio y usarlo apropiadamente.


Sociópata

Lau dixit.

jueves, 17 de septiembre de 2009

"Cumpliaños"

En el post anterior dije que hay muchas cosas qué contar, así que, como dijo Jack "el destripador", vamos por partes.

I
De cómo un pendejo arruinó mi cumpleaños

M cumpleaños fue hace poco más de un mes, y para estar hasta el cuello de trabajo, creo que me fue bastante bien, pues desde que empezó el día recibí muestras de cariño de mis seres más queridos.

Al llegar a la oficina encontré muchos regalitos en mi lugar. Mis cuatísimos de la chamba lo hicieron de la manera más elegante, porque los dejaron con tarjeta y toda la cosa. Me sentí una importantísima persona. Un rato después trajeron quesadillotas a las que se les conoce como machetes, grasosas y muy ricas, y yo me tomé la libertad de comprar un pastel, mismo que voló porque todo el departamento asistió al festejo.

A la hora de la comida fui con mis señores padres y mi hermana a degustar ricos platillos. No sé por qué, pero a veces me pasa que la comida sabe mejor cuando es de a grapa. A punto de explotar, regresé a la chamba y me dio mucha alegría saber que me había perdido el partido de México, y que ganó, pero yo ni vi los goles porque estaba muy ocupada tragando.

Como mencioné anteriormente, esos días estaba hasta el tope de chamba, así que salí medio tarde y lo único que hice fue llegar a mi casa a aplastarme frente a la computadora (cuando todavía servían los internets). Recibí más felicitaciones por messenger y estaba dispuesta a ponerme a trabajar cuando se conectó una persona a la que nunca debí haber conocido (sí, es un rollo telenovelero, pero a fin de cuentas es la neta).

Total que este imbécil casi casi me quema en leña verde porque osé estar en mi casa en mi cumpleaños, y me empezó a echar el choro de que el cumpleaños es para celebrar que uno está vivo, y que no se cumplen años todos los días y que yada yada y la chingada, así que me dijo que por qué no íbamos a Garibaldi, a algún lado donde pudiera oír las mañanitas o ya de perdis a comer una rebanada de pastel a un Sanborn's (WTF?). Como se podrán imaginar, me dejé convencer y ya le expliqué con santo y seña cómo llegar a mi casa.

Cabe mencionar que al tipo ese no lo conocía en persona, sólo por internet, y aprovecho estas líneas para decir que no hagan esas cosas, no hay nada como conocer gente por los medios convencionales, así ya no te llevas sorpresas. Y no es porque me oponga al uso de la tecnología y mne aferre a la edad de piedra o algo parecido, pero he comprobado que así como Juan Gabriel no nació para amar y nadie nació para él, yo no nací para conocer gente por internet y nadie nació para conocerme de manera virtual.

Para no hacerles el cuento largo, resulta que el tipejo este llegó a mi casa y lo primero que hizo al bajarse del coche fue mirarme de arriba abajo con cara de asco. La neta me incomodó su actitud, y por un momento pensé en cerrarle la puerta en las narices, pero recapacité y me dije que era mejor hacerle pasar un mal rato, pues aunque la venganza nunca es buena, porque mata el alma y la envenena (¿sí es así?), pensé que lo más probable era que no volviéramos a vernos, así que no me iba a causar ningún remordimiento.

En el camino fuimos platicando de lo más normal, sin embargo yo ya no confiaba en él por la mirada despectiva que me echó, que la neta sí me sacó de onda porque según yo me veía normal, con la única diferencia de que me puse un vestido ese día; tal vez los vestidos no se me ven bien y por eso hizo la cara que hizo. En fin.

Ya en Garibaldi, pasamos a cenar y para desquitarme pedí la orden de tacos más cara del puesto, la cual ni me terminé. El muy patán la pidió para llevar y se la guardó quién sabe dónde, pues seguramente pensó que además de fea era una aprovechada que se quería llevar la comida que él pagó. Mientras comíamos tocó un trío, y este mono le pidió canciones rarísimas que yo en la vida había oído, y ya cuando se fueron no nos quedó más remedio que platicar. Estaba tan molesta que ni me acuerdo de qué hablamos, sólo recuerdo que mencioné una frase que él conocía, me contó santo y seña de esa frase y concluyó con otra muy trillada: "el hecho de que la hayas dicho no es casualidad". Yo nomás le di el avión.

Al terminar de comer fuimos a donde los mariachis se mezclan con la gente borracha que anda por ahí y contrató a unos charros medio extraños (porque obviamente yo no valía la pena como para que llamara a unos medianamente decentes) que cantaron las canciones que él quiso, menos una. Yo no volteé a ver a los músicos, tenía la mirada ocupada en otras cosas, y entre reclamo y broma me dijo que por qué no volteaba a verlos, a lo que lo respondí que no quería intimidarlos. La verdad es que a uno de los que cantaban le rugía el aliento, por eso lo veía de ladito, pero pos ni modo que le dijera.

De regreso todo estuvo tranquilo, igual platicamos pero yo la neta me iba muriendo de sueño y ya no lo pelé, además de que no se lo merecía. Obviamente el tipo nunca me volvió a llamar y me borró del messenger, y seguramente pensó que estuve llorando una semana o algo así (porque además se sentía galán aunque la verdad es que se vestía horrible y su olor corporal no era muy agradable tampoco), pero pos no, creo que fue lo mejor que pudo hacer, me ahorró el trabajo de borrarlo yo, pues realmente no me estaba perdiendo de nada.

Con lo anterior reafirmo lo que siempre he pensado: no importa qué tan agradable e inteligente seas, a nadie le importa eso, y menos a los hombres, así que, como dijo mi compadre el Roberto Carlos, "yo quiero tener un millón de amigos", porque al menos no serán tan culeros conmigo. Cuando los hombres tienen otras intenciones y los decepcionas, sólo te dan una patada en las nalgas y se van a buscar a la siguiente, en cambio los amigos son más duraderos. Internet sólo funciona si estás guapísima y súper buena, así que lo usaré para otros fines.

Lau dixit.

martes, 15 de septiembre de 2009

No ma-mar

No puedo creer que desde el 21 de julio no posteo nada. El tiempo se me ha ido como agua.

En fin. Estuve en chinga en la chamba, y los internets no funcionan en casa, tengo que hacer un desmadre con los aparatejos esos que te dan, y pos ni modo, no me queda de otra, todo sea por tener de nueva cuenta el canal de las telenovelas, porque no puedo dormir sin mi dosis de "El abuelo y yo".

Como se imaginarán los amables lectores de este blog (si es que queda alguno después de mi abandono), tengo harrrrtas anécdotas qué contar, como por ejemplo, dónde estuve todo este tiempo, qué estaba haciendo, mis citas fallidas, situaciones en las que la he cagado, cómo un pendejo arruinó mi cumpleaños, cómo me fue en la carrera Bonafont, por qué no me digné a postear un mensaje para hacerle saber a todos que sigo viva, etcétera, etcétera, etcétera.

Mientras tanto, lo único que me queda decir es NO MA-MAR, y recurrir a la sabiduría popular para decir que "el tiempo se pasa volando". Desde hace algunas semanas me he estado durmiendo con calambres en los dedos de las manos, y creo que sé a qué se debe, así que dejaré de comer plátanos (sin albur), pues el acalambramiento me dio por abandonar mi querido blog.

¿Que por qué digo "no ma-mar"? Pues porque he estado tan inmersa en el trabajo y otras cosas que dejé de atender algo importantísimo en mi vida: este blog. No voy a prometer que no lo abandonaré, porque ya me di cuenta de que las promesas de un blogger no siempre (si no es que la mayoría de las veces) se pueden cumplir, sólo espero hacerme tiempo para no dejarlo así nomás, porque chilla y se pone mal si no lo pelo.

Tengo muchas cosas qué contar, así que menos verbo y más sustantivo. Pronto tendrán anécdotas fresquecitas pa' leer en una tarde de ocio.

Lau dixit.