sábado, 26 de diciembre de 2009

Compras vintage

El día de hoy estaba muy emocionada porque, al fin, iba a conocer el bazar de Buena Voluntad que está en la calle de Álvaro Obregón. Me dio coraje encontrarlo cerrado y enterarme de que lo abrirían hasta el lunes, por lo que me vi en la necesidad de irme al tianguis de Chimalpopoca, que queda entre San Antonio Abad y Pino Suárez.

Para llegar a ese tianguis, tomé el trolebús que pasa en Yucatán y que llega hasta el metro Mixhuca, me bajé en Avenida del Taller y Tlalpan y caminé algunas cuadras hacia el norte. Me sorprendió encontrar la ciudad vacía, y lo disfruté enormemente, tanto, que tomé unas fotos, pero sólo en Álvaro Obregón e Insurgentes, pues si tomaba fotos en el tianguis corría el riesgo de no salir viva de ahí (el rumbo es peligrosón y hay gente brava). Admiren las avenidas vacías y llenas de sol:

La acera sobre la que está el bazar, divinamente adornada por un grafitti chairo.


Álvaro Obregón sin congestionamientos viales, algo que difícilmente se puede observar a las dos de la tarde.


Una fuente cotorra sobre el camellón.


Allá en la fuente había un chorrito...


Una pose varonil...


Se ve un poco sospechoso lo que trae en la mano...


Un lindo arbusto... (me alegro de que no se ve la cáscara de plátano que tenía encima)


Amé el mosaico...


Ni un coche sobre Monterrey...


Una calle muy solitaria.


La famosísima casa embrujada de Álvaro Obregón e Insurgentes.


Otro detalle de la casa, enmarcado por un árbol tenebroso.


Un altillo de la casa del terror.


No podía faltar una foto de mis pies.


Otra avenida vacía. Yucatán con el trolebús a lo lejos.

Y ahora sí, a lo que me truje: las compras.

No fue un día muy productivo que digamos, pues regresé a casa con pocas cosas, y sólo tres son vintage. La vez pasada encontré un vestido muy bonito, como de los años 40, al cual sólo hay que hacerle unos ajustes y comprarle los zapatos adecuados, pero aun así, me siento contenta por mis adquisiciones, que fueron las siguientes:

Un bolso bordado, ad hoc para ocasiones elegantiosas.


Un hermoso bolso ochentero con asa de "cadenita".


Una linda y clásica bolsita de cuero color miel.

El lunes iré de nuevo al Bazar, a ver si ahora sí se me hace y regreso a casa con bolsas y más bolsas de compras.

Lau dixit.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Navidad

Aprovecho las últimas horas del 25 de diciembre de 2009 para escribir esta entrada.

Como buena grinch, las fiestas decembrinas no me agradan mucho que digamos, pero creo que, dentro de lo que cabe, tienen sus cosas positivas.

Casi siempre asocio la Navidad con sucesos no muy agradables o tristes, pero no por ello voy a criticar a las personas a las que sí les gustan estas fiestas, pues cada quien está en su derecho de disfrutar de las cosas que le plazcan. Y a pesar de todo, creo que vale la pena que estas fiestas lleguen porque despiertan cosas buenas en la gente.

Sí, ya sé que todo es pura mercadotecnia y consumismo y yada yada y la chingada, pero también hay otras cosas, como el hecho de dar. A veces cuando alguien da lo hace porque tiene el compromiso o por algún motivo que no es simplemente el hecho de dar, sin embargo, la acción siempre es la misma: una persona se desprende de lo que tiene.

Espero que poco a poco ese desprendimiento que se hace cada año sea más frecuente, tan frecuente que se lleve a cabo a diario, y varias veces al día. Sueño con el día en que todos nos desprendamos con facilidad de las cosas y no esperemos recompensas que impliquen cosas materiales, sino recompensas que engrandezcan nuestro espíritu. Espero con ansias el día en que yo pueda renunciar a todo y dar sin límites, hasta que duela, hasta que no me quede nada, y seguir oyendo esa voz en mi cabeza que me dice que "no es suficiente", pues para darlo todo hay que dar el alma y lo que ella posee, y no sólo lo que es tangible. Espero que esa voz no me deje en paz nunca, pues cuando lo haga será el día en que deje de dar, y eso es algo que simplemente ya no podré hacer.

No me gusta la Navidad porque trae a mi mente recuerdos tristes de cosas que preferiría olvidar, pero por otra parte sí me gusta, porque puedo dar más que nunca, y porque, precisamente, son esos recuerdos los que me motivan a dar y dar y dar sin esperar nada a cambio. Sí, soy egoísta, soy mala y soy odiosa, pues soy humana, pero me gusta dar. Cuando lo descubrí no pude dejar de hacerlo, y en este día quiero compartirlo con el mundo, no para que me digan que soy muy buena, porque estoy lejos de serlo, sino para que todos sepan lo chingón que se siente ser desprendido y dar a diestra y siniestra.

En esta época siempre me acuerdo de un cuento de los hermanos Grimm en el que se narra lo que le sucede a una niña que daba y daba. Aunque lo que se cuenta es inverosímil, sí creo que existan espíritus elevados a los que les suceden cosas similares.

Como yo estoy lejos de la elevación espiritual, lo único que puedo darle a los lectores de este blog (si es que todavía los hay, y si no, pues a los incautos que lleguen por casualidad) es este video con gatos navideños y una canción chistosita, con el cual me despido enviándoles mis mejores deseos y toda la buena vibra que se pueda para que poco a poco logren lo que más desean, y si aquello se relaciona con dar, pues ¡mucho mejor!



The Jingle Cats- White Christmas

Lau dixit.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Bailar

"The thing with you... it's like the sun shines on me, and it's glorious. And then you forget me and it's very, very cold."

Para ti

Estos días en los que hay tantas fiestas y bailes me ponen melancólica. ¿Por qué algo que se supone que es motivo de alegría y regocijo genera ese sentimiento en mí? Porque me recuerda las cosas que no tengo...

Cuando iba en la secundaria bailaba muy bien, y hasta se podría decir que era de las mejores bailarinas en mi grupo. Sin embargo, un día fatídico mi hermano me fue a recoger a una fiesta y me vio bailando, y por ende se burló de mí. Tanto me afectó su burla que decidí dejar de bailar y olvidar todos los pasos que me sabía.

Como es de entenderse, nunca faltan invitaciones a fiestas, antros y demás eventos en los que inevitablemente se baila, obviamente, me quedo sentada en todos ellos. Tal es mi resistencia al baile que he llegado al punto de pasar inadvertida (más de lo que ya era) y simplemente soy parte del mobiliario o la persona que cuida los tragos, las chamarras y las bolsas. Aunque parezca lo contrario, lo anterior no me afecta, pues dejar de bailar fue una decisión con la que debo lidiar y tomar las consecuencias de la mejor manera, dado que es algo que yo elegí. Sin embargo, hay algo que sí me afecta, y no me había dado cuenta de ello hasta estos días.

Al ver a las personas bailar inevitablemente pienso en la persona a la que amo. Imagino que me toma de la mano, que me conduce a la pista y posa su brazo alrededor de mi cintura, que mis dedos se entrelazan con los suyos y comenzamos una danza interminable, en la que sólo él y yo estamos presentes, sin nadie alrededor. Nuestros pies van al mismo paso, nuestro pulso se vuelve uno solo, nuestros ojos intercambian miradas profundas y eternas y nuestra mente sólo tiene un pensamiento: que ese momento no acabe jamás...

Sí, es algo muy cursi, y tonto, porque nunca va a pasar. No soy la bailarina con la que él quiere llevar el paso, no tengo los ojos en los que él quisiera perderse ni el corazón que él quiere habitar. Lo único que soy es alguien con quien él de repente se encuentra y le regala una mueca que se puede traducir en fastidio, en indiferencia o en cualquier cosa muy lejana al amor. Quisiera seguir su paso, bailar a su compás, pero él quiere otra cosa, algo que simplemente no encuentra en mí.

Al inicio de este post mencioné que las fiestas me recuerdan lo que no tengo, y con eso me refiero a que no tengo simpatía ni soy el centro de atención, no tengo gracia ni soy la mejor bailarina, pero esas son cosas que, a pesar de que carezco de ellas, no me ponen mal ni me preocupan. Lo que sí me preocupa es querer bailar con alguien que no quiere bailar conmigo, porque no sé cómo hacerlo y, de saberlo, tampoco lo haría, pues lo único que siente por mi persona es una gran y apasionada indiferencia.

Quizás algún día baile de nuevo, porque en la vida nada es eterno y no soy tan fuerte como para mantener una decisión por tanto tiempo. Quizás, también, aprenda a bailar de tal manera que ya no vuelva a cuidar chamarras, bolsas y tragos. Quizás me convierta en una estrella del baile. Quizás, y sólo quizás, encuentre a alguien con quien bailar al mismo compás, pero quizás, y eso es lo más terrible de todo, porque es un quizás muy verdadero, nunca bailaré con él y, peor aún, nunca lo dejaré de amar.

Lau dixit.

martes, 15 de diciembre de 2009

Ego sum qui sum

Me voy a fusilar (o algo así) un texto que hace mucho escribió alguien que conozco, y lo adaptaré a mi persona, así que, empecemos...


Confesión espontánea

Presento ante el Santo Tribunal de los Blogs Chafas que Nadie Lee, la siguiente confesión.


Confíteor:

Que soy una bipolar encubierta.

Que mi humor, la mayoría de las veces, es insoportable.

Que siempre he sido una ignorante que pretende saberlo todo.

Que me compadezco de todos, menos de mí misma.

Que me creo casi cualquier cosa, aun la más inverosímil.

Que lloro cuando no debo llorar y no lloro cuando debo llorar.

Que por más que me esfuerce, mi fe en la humanidad no se extingue.

Que nunca me defiendo, y realmente no me interesa hacerlo.

Que no hay una pizca de hipocresía en mí y detesto que sean hipócritas conmigo.

Que siempre me muestro excesivamente seria y en mi rostro hay un gesto mamón permanente.

Que soy demasiado callada y ese silencio siempre es interpretado como mamonería.

Que la soledad no me causa el menor conflicto y tampoco me provoca temor.

Que no puedo dejar de lado mi sentimiento de culpa cuando me pasa algo bueno.

Que detesto chantajear y ser chantajeada.

Que acostumbro sermonear a la gente cada que tengo oportunidad.

Que después de varios intentos fútiles, no he podido dejar de ser ingenua.

Que Dios y el Diablo pelean dentro de mí todo el tiempo, y ya no sé quién va ganando.


Que no creo en la bondad ni en la maldad totales.

Que para mí sí hay medias tintas, nada es absoluto.

Que, como dijo James Hetfield, ando by myself but not alone.

Que, como canta Gerard Way, I am not afraid to walk this world alone.

Que, como se menciona en About a boy, I am an island. I am bloody Ibiza!

Que, como recita Kate Nash, I can watch a sunset on my own.

Que, como afirma el aria de Verdi, io sono mobile, qual piùma al vento, muto d'accento, e di pensiero.

Que, si Matt Bellamy me viera, seguro me diría: Change everything you are and everything you were.

Que, si me sentara a platicar con Morrisey, me preguntaría: What can we do?

Que, si me encontrara a Liam Gallagher, probablemente afirmaría: You and I gonna live forever.

Que, si le prguntara algo a Thom Yorke, éste contestaría: If you think that you're strong enough.

Que, si saliera a pasear con Dave Gahan, probablemente le diría: Drive anywhere, do what you want, I don't care.

Que, si el dios Beethoven reviviera y me conociera, cantaría: Freude! Freude!

Que, como el soneto de Byron, soy un eternal spirit of the chainless mind.

Que, como escribió Shakespeare, so I for fear of trust, forget to say, the perfect ceremony of love´s rite, and in mine own love's strenght seem to decay, o'ercharg'd with burthen of mine own love's might.

Que, como cantaba Bowie en Space Oddity, para mí el Planet Earth is blue, and there's nothing I can do.

Que mi falsa sabiduría se basa en las canciones que me aprendo.

Que el egoísmo es un concepto que todavía no logro comprender.

Que a veces ni yo misma entiendo mi manera de ser.

Que el amor y la amistad son cosas que practico pero no entiendo cómo funcionan.

Que no sé cómo ayudar a los demás y menos ayudarme a mí.

Que desconozco cómo hacer feliz a alguien.

Que ignoro cómo mejorar al mundo.

Y, en pocas palabras, que el mundo NO es mejor gracias a mí.


Lau dixit.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Correr de noche

Hace días tomé la difícil decisión de correr por las noches. Fue difícil porque apenas tengo tiempo para hacerlo por las mañanas, y porque después de una jornada laboral uno ya no quiere mover un solo dedo, pero tras agarrar valor y hacerme a la idea de que es por mi bien, todo fue más sencillo.

Ahora salgo a correr muy temprano en las mañanas (para no encontrarme con el viejo de este post) y en la noche llego corriendo del trabajo, me cambio en chinga y me voy, porque tampoco es muy recomendable ir al parque tan tarde, considerando que hay varias farolas que tienen el foco fundido y el ambiente es literalmente tenebroso. El viernes fue chistoso, porque nadie, ABSOLUTAMENTE NADIE fue a correr por la noche, pero las parejitas cariñosas abundaban por todos lados, y un señor que andaba caminando por ahí me puso un poco nerviosa, como que parecía pervertido o algo así (sin ánimo de ofender), y si no era eso, al menos sí era de esos voyeuristas a los que les gusta ver a la gente fajando o algo así, aunque lo bueno fue que iba corre y corre y si sucedía cualquier cosa, podía escapar fácilmente.

Es curioso pensar en el hecho de que las dos veces al día en las que corro, el cielo está oscuro. La tranquilidad y el cielo estrellado son muy relajantes, y me ayudan a poner en orden mis ideas y a sacar los pensamientos negativos que generé a lo largo del día. Ahora que lo analizo, creo que correr es sobre lo único que tengo control absoluto en mi vida, y eso me gusta, porque lo hago cuando quiero, como quiero y donde quiero, sin nadie que me esté molestando o juzgando, y sin tener que quedar bien o impresionar a alguien.

Cuando me acuesto para hacer abdominales observo el cielo, las estrellas, la luna, y al pensar en esa inmensidad se me olvida un poco el dolor y el cansancio, y me doy cuenta de que en este mundo hay muchas cosas que no apreciamos ni las observamos con detenimiento por lo comunes y cotidianas que parecen, y simplemente nos las perdemos. No soy emo ni dark ni nada parecido, pero me gusta la noche y la paz que ofrece, me gusta estar rodeada de árboles y plantas, sentir el aire que entra a mis pulmones y mis pies casi flotando sobre el piso, en fin, me gusta disfrutar la noche con todos mis sentidos.

El cansancio es mucho en ocasiones, y a veces me duele hasta el alma, pero lo que observo, siento y experimento al correr es más fuerte que cualquier malestar, y hasta podría decir que es un dolor que vale la pena.

Todo empezó con un propósito que me hice, pero siento que aunque lo alcance seguiré con este hábito, pues para tener control sobre cada aspecto de nuestra existencia hay que empezar por pequeñas cosas como ésta.

Lau dixit.