sábado, 30 de abril de 2011

Losing

One Art

The art of losing isn't hard to master;
so many things seem filled with the intent
to be lost that their loss is no disaster.

Lose something every day. Accept the fluster
of lost door keys, the hour badly spent.
The art of losing isn't hard to master.

Then practice losing farther, losing faster:
places, and names, and where it was you meant
to travel. None of these will bring disaster.

I lost my mother's watch. And look! my last, or
next-to-last, of three loved houses went.
The art of losing isn't hard to master.

I lost two cities, lovely ones. And, vaster,
some realms I owned, two rivers, a continent.
I miss them, but it wasn't a disaster.

-- Even losing you (the joking voice, a gesture
I love) I shan't have lied. It's evident
the art of losing's not too hard to master
though it may look like (Write it!) like disaster.

Elizabeth Bishop


El arte de perder. Hay muchas cosas a las que les llaman arte. El arte de amar. El arte de vivir. El arte de llorar. Pero sin duda, de todos los artes, el que más cuesta dominar es el de perder.

Despegarse. Separarse. Irse. Dejar de buscar. Dejar de desear. Dejar de añorar. Perder.

No sé si estoy perdiendo algo. No estoy segura de que lo haya tenido, en primer lugar. No se puede saber a ciencia cierta que se tiene algo. O a alguien. Ciertamente, yo nunca tuve nada. Ni palabras. Ni pensamientos. Ni nombre. Ni importancia. No fui nada. Una nulidad, quizá.

Perder. Seguir perdiendo. Perder ese amor. Perder las mentiras. Perder el secreto. Perder lo que nunca fue. En realidad no hay nada que perder. ¿Por qué llorar, entonces? ¿Por qué tener el espíritu desgarrado? ¿Por qué, si no hay nada, si nunca hubo nada? ¿Por qué no perderse? ¿Por qué no levantarse? ¿Por qué no secarse el llanto? ¿Por qué no irse? ¿Por qué no renovarse? ¿Por qué no volver a ser?

Hay que ensayar la pérdida. Ensayarla como una obra. Practicar hasta que se domine el arte. Empezar, como dice el poema, por cosas pequeñas, como unas llaves. Después, quién sabe, perder cosas más y más grandes. Gigantescas. Como un amor. Como el amor que destruye. Como el llanto que no se detiene. Como ese desgarre en el espíritu que no sana. Se pueden perder cosas aun más grandes. Cosas imposibles.

He comenzado los ensayos. La práctica me llevará a la perfección, al dominio del arte. Y, quizá, también me lleve a olvidar. Además de pérdidas necesito olvidos. Olvidar que amé. Olvidar que no me pensaron. Olvidar que no tuve nombre. Olvidar que no fui importante. Olvidar que nunca fui nada.

Ya qué importa.



How To Disappear Completely - Radiohead (La letra se puede ver aquí)

Lau dixit.

Heroes


We can be us, just for one day...

David Bowie/Brian Eno


Nunca he sido lectora asidua de cómics pero, al igual que mucha gente, conozco detalles de la vida de los superhéroes y voy a ver las películas en las que salvan al mundo de las peores calamidades o los villanos acérrimos. El otro día fui a ver Thor. Realmente no esperaba mucho. Pensaba que sería tan insufrible como algunos filmes de héroes de historieta. Me equivoqué. Y me quedé boquiabierta.

No haré ningún spoiler ni una crítica concienzuda. Creo que ni siquiera hablaré de la película. Al menos no como se hace en las reseñas cinematográficas. Más bien, me enfocaré en lo que rodea al hecho de ser un héroe.

Desafortunadamente, no sé mucho acerca de Thor, el dios nórdico del trueno. Lo reconozco con vergüenza. Sé, acaso, lo que me enseñaron en la prepa, ¡ah!, porque incluso en ese nivel educativo me obligaban a memorizar cosas, y tenía que conocer de pe a pa toda la genealogía de los protagonistas de los mitos que debía leer para aprobar Literatura. Pero no es nada. Sólo sé quién es su papá. Quiénes eran sus amiguitos en la escuela. Que quería mucho a su mamá. Y así.

Tampoco viene al caso hablar de lo anterior. La genealogía y los detalles mafufos, como de qué está hecho el Mjolnir, no tienen nada que ver con ser un héroe. Va más allá.

Por circunstancias adversas, en la película, Thor tiene que aprender que en la vida se necesitan grandes dosis de paciencia. Se necesita dejar ir. Se necesita, también, cambiar. Transformarse. Moverse. Renunciar. Y todo eso no se logra sin el primer aspecto, sin esa paciencia tan indispensable y tan olvidada.

Los héroes no sólo son los personajes con poderes que aparecen en los cómics. Tampoco se limitan a los hombres que forjan naciones. Mucho menos son los rostros que observamos en los billetes. Los héroes pueden ser personas como uno. Pueden estar en el camión, en el metro, en la mesa de al lado, en nuestra casa. Puede encontrárseles donde menos se imagina. Lo que les aporta la condición de héroes es el hecho de que se desprenden, de que renuncian. Renuncian todo el tiempo. No es casualidad que sean solitarios. Aunque tampoco es casualidad que tengan adversarios. En ocasiones, lo que alguien detesta en otros es justo lo que quiere ser.



Heroes - David Bowie (La letra se puede ver aquí.)

En el mundo siempre hay gente que no te soporta. Gente que te tiene envidia. Gente que se regocija cuando te va mal. Es algo de lo más común. Los héroes lo saben bien. Están conscientes de que sus cualidades a veces son un estorbo para ciertos seres. Pero eso no los detiene, porque hay trabajo por hacer. Y lo dan todo. Llegan a las últimas consecuencias. Derrotan al mal. Crean un bien. Y desaparecen. Los villanos no son una preocupación permantente para los héroes. Éstos saben que pueden vencerlos. Y lo hacen. Los adversarios no son obstáculos, son oportunidades para los héroes. Son el motor del cambio que experimentan los héroes.

Si hay algo que siempre me ha gustado de los héroes es que nunca esperan recompensa. Tienen en la cabeza cosas más importantes que el reconocimiento. Libran una batalla consigo mismos. Porque, a fin de cuentas, también son humanos. Y tienen una vida que atender. Deben cuidar de los suyos. Deben ver por los suyos. Y el bienestar de los suyos también requiere de ciertos sacrificios pues, al pertenecer al entorno del héroe, se encuentran en constante riesgo. Y es justo ahí donde aparece la renuncia. El héroe prefiere renunciar antes de que alguien de los suyos resulte herido. Por eso la soledad. Por eso el aislamiento.

Los héroes también enfrentan críticas. En este mundo no se le puede dar gusto a todos, y eso es un hecho. Hay quienes los atacan o ven lo malo en sus actos. Hay quienes valoran lo que hacen, porque se dan cuenta de lo que hay detrás. Hay seguidores y detractores. Pero el héroe va más allá. El héroe está un paso adelante de esa interacción amor-odio. El héroe sabe que, de hacer caso, puede encontrar su perdición. Y el héroe, a fuerza de golpes, aprende a ser paciente. Se transforma. Se mueve. Se entrega al cambio constante.

No digo que todos debemos hacer lo mismo que los héroes, pues cada quien tiene una historia que configura su existencia, y no puede proceder de un modo o de otro a menos que, en el fondo, sepa que es lo más adecuado. Pero podemos ser héroes a nuestra manera. Transformarnos para transformar lo que está a nuestro alrededor. Callar las voces de la cabeza. Escuchar a las voces del instinto. Y recordar que, aunque nos quieran ver caer, poseemos la fuerza necesaria para salir avante. Y tener siempre presente que hay seres que quieren imitarnos, pues aunque nos expresan odio, en su interior nos admiran y anhelan ser semejantes a nosotros.

Es en la adversidad cuando más nos transformamos. También es cuando más nos acercamos a ser héroes, porque somos puestos a prueba. Y conocemos de qué están hechos los demás. Y de qué estamos hechos nosotros. Tenemos oportunidades para renunciar, para ser pacientes, para cambiar. Tenemos la oportunidad de transformarnos en algo más grande. En algo mejor. Se nos presentan miles de opciones, de alternativas. Y si escuchamos con atención y a las voces correctas, nos quedaremos con las opciones correctas. Y haremos lo correcto. Y conoceremos el gozo. Y, al igual que existen pequeños dioses, seremos pequeños héroes. Pequeños en apariencia. Y gigantescos por dentro.


Lau dixit.

sábado, 23 de abril de 2011

Sister


I'm here.

Celie Johnson / The Color Purple



Miss Celie's Blues - Shug Avery (La letra de la canción se puede ver aquí.)


Hermana.

Querida hermana.

Amada hermana.

Hermana.

No olvides quién eres.

No dejes que te nieguen.

No permitas que te digan tonta.

No desperdicies tu tiempo.

Oh, hermana, tú vales.

Vales.

Tú existes.

Tú eres.

Eres humana.

Eres libre.

Eres fuerte.

Eres sabia.

Eres.

Eres...

¡Eres!

Y estás aquí.

Con mucho.

Con poco.

Estás aquí.

Y eres lo mejor que tienes.

Lo más valioso que tienes.

Lo único que tienes.

Te tienes.

Me tienes.

Nos tienes.

Tienes todo.

Hermana mía, tienes todo.

Tus manos están vacías.

Tu alma llena.

Tus ojos colmados de infinito.

Te quitaron mucho.

Te dejaron con mucho más.

Se llevaron todo.

Menos a ti.

Sigues.

Y sigues.

Y sigues.

Y amas.

Y ríes.

Y vives.

Y estás llena.

Y nunca terminas de llenarte.

Oh, hermana.

Hermana del alma.

Mi hermana.

Sigue caminando.

No te detengas.

Permanece.

Avanza.

Canta.

Ríe.

Y sigue riendo.

No ocultes tu sonrisa.

No te ocultes.

El mundo necesita verte.

El mundo ríe contigo.

El mundo avanza contigo.

El mundo cambia por ti.

El mundo es para ti.

El mundo eres tú.

Hermana, oh, hermana.

Canta un blues.

Baila un blues.

Llora un blues.

Ama un blues.

Y sé tú.

Sólo tú.

Tú.

Muy tú.

Una hermana.

Mi hermana.

La hermana.

La dama.

La mujer.

El ser.


Lau dixit.


lunes, 4 de abril de 2011

Libertango

El baile y yo tenemos una historia peculiar. No soy un as. Creo que tampoco sé bailar. Aunque en algún momento supe hacerlo. Lo hacía muy bien. Pero sucedió algo que me bloqueó mentalmente, que me impidió seguir bailando. Y de un día para otro, la danza quedó fuera de mi vida.

Recuerdo que, cuando era niña, en algunas tardes mi madre ponía sus discos y bailaba conmigo. Su favorito era el Tropicanías, de Óscar Chávez. Bailábamos Lágrimas negras, con mis piecitos torpes y todo el sentimiento que mi madre imprimía en sus soberbios pasos. Aquellos fueron momentos invaluables que me guiaron poco a poco hacia el gusto por el baile.

Años después, ya en secundaria, bailaba a la perfección los ritmos que estaban de moda en esa época. Pero un día asistí a una fiesta que organizó una compañera y todo cambió. Mi hermano fue por mí y se asomó al patio, justo donde estaban todos los invitados al festejo. Y también estaba yo, haciendo gala de los talentos con los que había sido dotada. Él se burló y el mundo se me vino abajo. No volví a bailar.



Libertango - Astor Piazzolla

Ya de adulta, mi argumento para no bailar, además del trauma causado por la mofa de mi hermano, fue que el baile no le salva la vida a nadie. Probablemente es una insensatez, pero yo buscaba cualquier pretexto para salvarme del ridículo y la exposición pública de mis talentos perdidos. No sé si hice bien o hice mal, sin embargo, me quedó la sensación de que me estaba perdiendo de algo que me gustaba mucho por una tontería de la adolescencia que debía dejar atrás y me negaba a hacerlo.

Hace muchos años, ya que había renunciado a la danza, fui a ver The Tango Lesson y me enamoré de la música, de los bandoneones, de la sensualidad y de todo lo que va de la mano con este baile. Lamenté haber dejado de bailar. Me sentí triste por mi debilidad, por mi abandono, por mi falta de carácter. Pero no hice nada. Era muy joven para entender las cosas como las entiendo ahora. Mejor me enfoqué en la película. En disfrutarla y gozarla. Recuerdo que una escena me cautivó por sobre las demás, y justo fue la que tiene como fondo la melodía que le da título a este post. Fue lo más sensual, lo más sublime que había visto en mi corta vida.



The Tango Lesson (1997) - Dir. Sally Potter

¿Por qué Libertango? No lo sé. Quizá porque este nombre une dos palabras que me gustan: libertad y tango. Quizá porque el disco homónimo representa un antes y un después en la manera de crear tangos. Quizá, porque me recuerda que debo recuperar lo que perdí, que debo volver a hacer algo que me gustaba y que, sobre todo, disfrutaba mucho. Quizá, porque me recuerda que ser libre es vivir sin ataduras, sin traumas, sin viejas ideas que no me ayudan en nada y sólo provocan que me estanque. Quizá, porque no soy libre del todo, y necesito empezar a serlo.

En 1981, justo el año en que nací, Grace Jones lanzó I've Seen That Face Before, también conocida como Strange, o simplemente Libertango. Aunque esta canción tiene letra y es un tanto oscura, me parece que refleja bien la actitud de la Jones ante la vida: desafiante, segura de sí misma, arriesgada y, sobre todo, libre. He tenido un poco de eso en mi existencia, sin embargo, me parece que no lo he explotado como debería a causa de que no bailo, al menos no como me gustaría.


I've Seen That Face Before (Libertango) - Grace Jones

En los últimos años me he visto obligada a bailar en fiestas y reuniones, quizá por no quedar como alguien que no siente interés o que se rehúsa a participar de las actividades de los demás. En el fondo siempre lo he hecho porque extraño mover los pies, las caderas, la cintura y todas las partes de mi cuerpo que puedan sucumbir ante el ritmo de la música, los acordes de un bandoneón o una mano en mi cintura que sea mi pilar, mi sostén, la pieza clave para dejarme llevar por los pasos de baile que, cual amante, me inviten a perderme, a dejar de ser la mujer temerosa y a convertirme en la mujer libre que vive dentro de mí.

Sé que algún día cercano, en el que ya no ponga pretextos inútiles y haya superado mi trauma, pero sobre todo mi temor al ridículo, me presentaré en un salón de baile y me dejaré llevar por todos mis sentidos y por los tangos que amo, por los compases que quiero volver a marcar con mis pasos y por esa parte de mi vida a la que renuncié y que debo recuperar cuanto antes.

Lau dixit.