domingo, 30 de septiembre de 2012

If



Alguien tuiteó el link con el video de la canción de Pink Floyd que le da título a este post. No es que no me gustara, pero por mucho tiempo no presté atención a lo bonita que es y lo bonito de todo lo que dice. "Si fuera un tren, llegaría tarde. Si fuera un cisne, me habría ido."

Últimamente he pensado en cómo ha sido mi vida de un tiempo a la fecha. Me di cuenta de que estaba dormida y desperté. De lo vacías que están algunas personas. De lo llenas que están otras. Hice elecciones que me llevaron a la conclusión de que me siento más libre. Puedo elegir lo que voy a comer. La película que veré. La música que escucharé. Lo que haré los fines de semana. Y, aunque pudiera parecer soberbia, no me causa conflicto hacerlo sola. Pasé mucho tiempo de mi vida complaciendo a otros. Rigiendo mi vida con base en lo que pensaban otros. Y sin embargo, pareciera que no puedo deshacerme del todo de la otredad. Que siempre habrá algo que, en mayor o menor medida, pondrá un yugo a mi libertad.

No quiero permanecer impasible. No quiero cuidarme las espaldas. No quiero seguir fingiendo que no sucede nada. Que no haré nada. Hace algún tiempo dije que merezco lo mejor. Lo sostengo. No seguiré permitiendo que otros me hagan creer que no valgo la pena. Que mi opinión no cuenta. No me vengaré de nadie, porque mi tiempo es muy valioso como para perderlo en esas cosas. Es el propio universo el que da las lecciones, nosotros observamos y decidimos aprender de ellas o ignorarlas.

No voy a eliminar la cláusula condicional "si" de mi vida, sólo le daré la vuelta para que adquiera otras funciones. No serán "síes" de añoranza, todo lo contrario, serán "síes" de oportunidad, de libertad. Ya no seré un tren que llega tarde. Tampoco seré el cisne que se ha ido. "And if I go insane, will you still let me join in the game?" Claro que sí. Seré aceptada porque es mi juego. Porque yo soy el juego. Porque soy mis propias reglas. Porque mi locura es lo que me aporta lucidez. Sin otredad. Sin resultados favorables para quienes son ajenos. Sin miedo. Sin ninguna atadura a mi libertad...


If - Pink Floyd

Lau dixit.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Damn you technology!


Nunca he sido muy afecta a la tecnología. De niña jamás tuve un Atari, ni un Fabuloso Fred, ni alguno de esos símbolos de estatus infantil de los años ochenta. Mucho menos una computadora. De adolescente sólo tuve un walkman. De adulta, tuve mi primer teléfono celular hasta que A. me lo regaló, más o menos a los 21 años. Y tardé en aprender a usarlo.

No estoy en contra de la tecnología, al contrario, la celebro. Es de agradecer que la información sea tan inmediata, tan accesible; jamás imaginé que con unos cuantos teclazos podría acceder a prácticamente todo el conocimiento del mundo, pero tampoco imaginé que se perderían tantas cosas al extenderse el uso de esa herramienta tan valiosa llamada internet.

Al igual que muchas actividades, la interacción social también se ha limitado al ámbito electrónico. Si antes nos poníamos de acuerdo con las personas para salir y convivir en un sitio fuera del hogar, ahora chateamos con ellas mediante algún programa de mensajería instantánea, o le hacemos saber que nos agradan sus fotos o sus pensamientos mediante los famosos likes de Facebook. O compartimos con nuestros seguidores algo que escribió en Twitter. Y cuando se da un encuentro en vivo, como ir por una cerveza o un café, en ocasiones todo se limita a beber sorbos, mirar los smartphones, intercambiar unas palabras, seguir mirando los smartphones, beber más sorbos, articular alguna frase, mirar de nueva cuenta los smartphones y retirarse del lugar.

Al igual que las amistades, las relaciones amorosas se empapan de la tecnología. En la actualidad, una pareja de novios se sigue en Facebook, Twitter, Tumblr, Messenger, Gtalk, WhatsApp, Windows Live Spaces (o como quiera que se llame ahora), Instagram, WordPress, Flickr y una larga lista de etcéteras. Interactúan en todas esas redes. Interactúan en la vida real. La novia le reclama al novio porque una chica le dio like a sus estados. El novio le reclama a la novia porque un alguien del sexo masculino comentó que se veía guapa en una foto. La desconfianza hace su aparición. Pelean. Se reconcilian. Otra vez alguien le da like a un estado o escribe un comentario incómodo en alguna foto. Pelean (esta vez con más insultos). Se reconcilian (como que no queriendo la cosa). Empiezan a ampliar su círculo de "amigos" en las redes sociales. De pronto, aparecen con otras personas en las fotos. Pelean (pero porque es una regla cardinal de las parejas, no porque les interese). Terminan. Se bloquean/eliminan/matan en todos las redes en las que interactuaban en un inicio. Y así es como llega el ocaso de otra historia de amor.

Me parece tristísimo que alguien no se acuerde de que existo si no publico nada en Facebook, o que ni siquiera le importe si cumplí años, con todo y que tenemos contacto en esa red. Y es aun más triste que sea un tradición pasar horas viendo el celular en reuniones cuyo propósito, nos guste o no, es convivir con las personas (yo soy una antisocial y puedo hacerlo, pero ustedes no deben, amiguitos). No voy a negar que he encontrado gente maravillosa en Twitter (Facebook no, me parece una porquería y ayuda a destruir más relaciones de las que fomenta), sin embargo, me gustaría que eso sucediera más seguido en la vida cotidiana, el mundo real, que le llaman.

Hace un año, tuve una relación con alguien que conocí en Twitter. Esta persona tuiteaba todo el tiempo que amaba a tal o cual persona, y después me explicaba que sólo era un juego, para que yo no me enojara ni le hiciera un escándalo. Sin embargo, tenía una amiga a la que le expresaba su "cariño" de manera distinta, no con el tono burlón de siempre. La gota que derramó el vaso fue un tuit en el que el susodicho la felicitaba por su cumpleaños y le agradecía por haberle enseñado lo que es el verdadero amor. Me sentí como una tonta y le reclamé por WhatsApp, pero no contestó, lo cual me hizo sentir aun más tonta. Lo odié por una semana. Lo odié hasta que me di cuenta de que no valía la pena, pues todo terminó como empezó. Él nunca mostró sinceridad o un interés genuino por mi persona, así que lo mejor que pudo pasarme fue que saliera de mi vida tan rápido como llegó a ella. Pero el meollo del asunto es que no merecemos enterarnos de cosas así en internet, porque sólo nos facilita ser cobardes y nos evita dar la cara en prácticamente cualquier situación.

Es inevitable formar parte de las redes sociales. El mundo avanza, y nosotros tenemos que hacerlo a la par. Lo que no debemos hacer es suplir el contacto humano con la interacción electrónica. A pesar de lo malo que es el transporte público de la Ciudad de México, considero bello (incluso podría decir que poético, aunque me linchen) estar con otras personas, compartir el asiento con alguien que respira y piensa y siente igual que uno. Yo no quiero ser sólo una cifra. No quiero que me cuenten como una entre 900 millones de usuarios de Facebook. Tampoco quiero ser una entre 500 millones de personas que utilizan Twitter. Quiero ser yo, Lau (o Miauris), un ser humano que gusta de la música, el cine y los gatitos, y que le da salchichas a los perritos que buscan comida afuera del supermercado. No voy a negar que esta era electrónica es divertida, pero mi vida no gira alrededor de internet. A veces me basta caminar por alguna calle, mirar al horizonte y llenarme del paisaje. A veces, me basta con jugar con mis gatos, charlar con mi hermana o reír con las ocurrencias de mis amigos. A veces, me basta con escuchar una canción, cerrar los ojos y ya no encontrar el camino de regreso...

Y no estimo hermosura que, vencida,
es despojo civil de las edades,
ni riqueza me agrada fementida,
  teniendo por mejor, en mis verdades,
consumir vanidades de la vida
que consumir la vida en vanidades.

Sor Juana Inés de la Cruz

La tecnología es parte de la vida, del desarrollo. Es válido consumirla, siempre y cuando ésta no nos consuma a nosotros...


Technologic - Daft Punk

Lau dixit.

P.S. ¡Mierda!, no borré a mi ex en Windows Live.