lunes, 18 de enero de 2010

Tabasco

Agua de Tabasco vengo,
agua de Tabasco voy.
De agua hermosa es mi abolengo;
y es por eso que aquí estoy,
dichoso con lo que tengo.
Carlos Pellicer Cámara

Este fin de semana fui con mi hermana a Villahermosa para asistir a la boda de mi primo. Tenía casi veinte años de no ir, y me dio mucho gusto ver a mi familia y descubrir cuánto ha cambiado todo por allá.

Me llamó mucho la atención la abundancia tabasqueña, misma que se da en diferentes sentidos. Es difícil voltear a ver a un lugar sin que haya algo verde, o sin que haya un cuerpo de agua. Todo en Tabasco es verde, y es húmedo, y está rodeado de olores, sabores y visiones muy características, lo cual me hizo pensar en la vida, pero no como aquello que hacemos día con día, sino como lo que nos mantiene en pie para realizar esa otra cosa a la que llamamos existencia. El agua y el verdor tabasqueños son los que proveen a su gente de lo necesario para sobrevivir, por ejemplo la comida, que es fundamental para estar vivos. Sin embargo, algo tan esencial como el alimento, para mí ha representado un gran problema durante años.

La mayor parte de mi vida me he sentido gorda, me he concebido como gorda y me he comportado como gorda. Muchas personas que he conocido a lo largo de mi vida han hecho lo mismo y, por ello, también me sienten, me conciben y se comportan conmigo como con una gorda. Tan es así, que en este viaje de tres días, no hubo uno solo en el que no oyera que estoy gorda, y que las gordas esto y que las gordas aquello y que las gordas por aquí y por allá, y yada yada y la chingada.

Así como en Tabasco todo es vegetación y agua, todo es comida a la vez. En las casas, cuando alguien pone un anuncio, lo hace para vender comida, al contrario del Distrito Federal, donde la gente pone uñas, arregla ropa, vende joyas y no sé qué tanto más. En todo el estado hay miles de opciones para comer, y gente que vende platanitos, chanchamitos (mini tamales), budín, panuchos, tortitas de cochinita, camarones, torrejas de yuca, tortilla de chicharrón, ostiones, racimos de plátanos, chocolate, pozol, cocos, pescado, tortillas de maíz nuevo, pejelagarto, totoposte, etcétera, etcétera, etcétera, y aunque sé que nadie me obliga a comer, tampoco me parece justo que se me critique por alimentarme, cuando la razón de mi gordura no es la comida. Sí, no es algo que todo el mundo sepa, pero tampoco es justificación para juzgar a un libro sólo por su portada.

Ayer, al ir a buscar algunas cosas al mercado, me puse a observar a las mujeres tabasqueñas. Ninguna de las que vi era una sílfide, ninguna tenía las dimensiones de una supermodelo, y ninguna era, en el sentido estricto de la palabra, "flaca". Las mujeres que vi eran curvilíneas, frondosas como la vegetación de Tabasco, con cuerpos indudablemente femeninos, y aun las delgadas tienen curvas, ni siquiera ellas pueden escapar de la voluptuosidad. Al tener en mis genes características tabasqueñas y sonorenses, me pregunto por qué se espera que yo sea una tabla cuando la genética apunta a lo contrario. También me desconcierta que cuando se habla de gordos, invariablemente se les relaciona con la pereza, con la enfermedad y los malos hábitos. No puedo ir por la vida justificándome y diciendo que soy una gorda sana que hace ejercicio, a la cual los genes y otros asuntos existenciales no le ayudan. No puedo, ni quiero, hacer nada de lo anterior, porque no puedo andar por ahí pidiendo perdón por algo que, a estas alturas de mi vida, he descubierto que no puedo controlar.

Sí, soy una gorda, pero más allá de eso, soy una persona. Y al fin he comprendido que no puedo esperar a que los demás me vean de cierta manera, porque la mayoría de las veces no lo van a hacer, pero yo sí tengo esa oportunidad. Yo me veo como una persona con defectos y aciertos y, como el poema que abre este post, soy dichosa por lo que tengo. Mi herencia es de agua y de selva, y aunque yo no nací ahí, sé que el estado de Tabasco es como sus mujeres: generoso, fértil y abundante en miles de formas, y que esas mujeres son afortunadas, pues están rodeadas de agua y ese verdor que generan el alimento de la vida.

Hoy he descubierto que no tengo por qué desear algo que no soy. No puedo negar mis raíces ni rechazarlas, mi cuerpo es la prueba de que pertenezco a un pueblo con ciertas características, con ciertos rasgos que lo hacen único respecto a otros pueblos. Esas curvas, incluso, están plasmadas en un vestigio permanente que nos recuerda que así somos las mexicanas: el volcán Iztaccíhuatl; cuando el avión de regreso pasó por encima de los volcanes, me quedó muy claro que esa mujer dormida no sólo es una leyenda, que también nos recuerda que somos mujeres únicas, curvilíneas y hermosas, y que debemos amar nuestro cuerpo, porque nunca tendremos otro. Negarlo o rechazarlo, es rechazar a nuestra persona y, como bien dijo Oscar Wilde, negarse a uno mismo es como ponerle un candado al alma.

Lau dixit.

P.S. Aprovecho para felicitar de nuevo a mi querido primo por su casamiento. A él y a su esposa les deseo lo mejor, y que su vida esté llena de luz, de bendiciones y de la mejor de las locuras: amor.

miércoles, 13 de enero de 2010

Cabello

En México tenemos una gran obsesión con el cabello. Por lo regular se nos inculca que el cabello en las mujeres es mejor mientras más largo sea, pues se tiene la idea de que una mujer que usa el pelo corto "no es tan femenina".

Hace tiempo tuve una conversación con unos amigos muy queridos, en la que discutíamos el hecho de que las mujeres con el cabello corto no resultan tan atractivas como las de pelo largo; algunos decían que eso no es verdad, otros se quedaban pensando y yo llegué a la conclusión de que es cierto. Si le preguntas a diez hombres, nueve dirán que les gustan las chicas de cabello largo, y si es negro, mejor. En cambio, si les preguntas acerca de las chicas de pelo corto, la mayoría dirá que prefiere lo contrario. En aquella discusión mencioné el hecho de que las mujeres con cabello corto que triunfan en la vida son pocas, y cuando le pedí a mis amigos que mencionaran algunos ejemplos de lo anterior, tardaron mucho en responder y dijeron muy pocos nombres.

Si la fórmula ganadora es "cabello largo y negro", definitivamente he perdido en el juego de la vida. Mi pelo no es largo ni negro, es corto y rojo, y así me gusta. Lo que no puedo negar es la importancia que le damos todos al asunto del cabello, tanta, que hasta un cuento de Faulkner se llama así, Pelo, e incluso en un relato de Emilia Pardo Bazán, un hombre llega a obsesionarse con una cabellera.

Pero bueno, después de tan largo preámbulo, dejaré tanto verbo e iré al sustantivo.

Según yo, tenía la idea de dejarme crecer el pelo y apegarme a las preferencias del sistema (excepto por lo del cabello negro, porque me gusta más el rojo), pero de un tiempo para acá empecé a notar que mis greñas cada vez se veían peor, más ásperas y maltratadas, además de que no brillaban tanto como antes. Como tengo un evento importante en puerta, me resistía a cortarme el cabello, pero llegó un momento en el que de plano no soporté verme con semejante cabellera, así que fui a que me lo cortaran.

No sé qué sucedió, pero en el instante en que salí de la estética, sentí que me había quitado un peso de encima. El cabello que me cortaron llevaba la angustia, las lágrimas, los sentimientos negativos y todo lo que me afecta en la vida; llevaba también los sucesos desagradables que tuvieron lugar en los últimos meses del año pasado. En fin, ese pelo que acabó en el suelo cargaba con todo lo que me disgustaba, y quedó donde deben estar las cosas que no sirven: en la basura.

Ahora me siento con más energía, y aunque las cosas a veces no marchan como quisiera, o no me salen al primer intento, no me lo tomo tan a pecho. Fue tanto el cambio, que al quitarme todo ese cabello despertó en mí un deseo incontrolable de sonreír, de estar bien, de sentirme contenta, de hacerle como los payasos cuando no todo sale como espero. Después de quitarme toda esa carga me siento en paz, sin preocupaciones, sin la necesidad de ser perfecta y de no equivocarme, sin prisa de nada y con una capacidad muy grande para disfrutar mi vida. Estoy convencida de que este corte de cabello me brindó la simpleza que tanto buscaba.

No tengo el pelo largo, ni negro, pero me siento bien con el que tengo, porque dejó de guardar sentimientos e ideas que no me ayudaban en nada. Sonreír y estar bien conmigo misma me beneficia más que tratar de apegarme a lo que dicta el sistema, y aunque nunca seré una reina de belleza ni la campeona suprema del juego de la vida por la decisión de no usar el cabello largo, creo que ya gané lo que quería, y eso era estar en paz con mi persona.

Lau dixit.

lunes, 4 de enero de 2010

Año Nuevo


Thruth is ever to be found in simplicity, and not in the multiplicity and confusion of things.


Isaac Newton

Desde hace días quería escribir esta entrada, pero entre tantas cosas que tuve que hacer y tantos pensamientos en mi cabeza, pude hacerlo hasta hoy, el cuarto día del año. Para mí es un regocijo escribir el día en que nació Sir Isaac Newton, porque es un personaje al que admiro y respeto mucho.

Un nuevo año es una promesa, es una esperanza de que las cosas mejoren y de que la vida sea más llevadera, y en aras de que eso suceda, las personas realizan rituales y se proponen metas y objetivos. Para mí eso está muy bien, porque la gente está motivada y de esa motivación resultan cosas buenas, sin embargo, la mayoría de las veces se proponen cosas que nunca se hacen o nunca se logran, y eso es de lo más triste. Lo anterior me lleva a preguntarme: ¿qué es lo que sucede?, ¿por qué cuesta tanto cumplir lo que uno se propone?

Creo que la respuesta se encuentra en la cita que abre este post: no sabemos ser simples.

La simplicidad, la mayoría de las veces, se ha interpretado como algo malo, que se debe rechazar y de lo cual hay que huir a toda costa, pues según muchas personas, no hay nada peor que ser simple. Respeto lo que los demás piensen, pero también doy mi punto de vista: ése es un error muy grande. La base de todas las cosas en la vida es la simplicidad, tan es así, que el principio de la "navaja de Ockham" (la respuesta más simple casi siempre es la correcta) se basa en ella y, a mi parecer, es algo muy acertado.

Así como Julianne Potter en La boda de mi mejor amigo sólo sabía expresar las cosas con comida, yo las sé expresar con libros. Para ejemplificar a qué me refiero con aquello de la simpleza, puedo mencionar la elaboración de un libro, del cual se espera que quede muy bien y sea un éxito de ventas. El libro se empieza a planear, pero en esa planeación se pierde mucho tiempo porque nadie se pone de acuerdo en cuánta información tiene que incluir, la cantidad de imágenes, el diseño, el número de páginas, las secciones y apartados y otros detalles técnicos a considerar. Cuando por fin se define lo anterior, ya se tienen los meses encima, pues la fecha en la que la obra tiene que estar en almacén, lista para su lanzamiento, es muy cercana. Cunde el pánico entre los miembros del equipo que tiene a su cargo la creación del libro, y cada proceso se hace a las carreras; en el ínter surgen detalles que van atrasando el trabajo y que terminan por desquiciar a las personas involucradas. Durante el proceso se toman decisiones que afectan el contenido y presentación del material, crece el número de páginas y aumenta la cantidad de material gráfico; la portada, por otra parte, ya va en su intento dosmillonesquinientosmil, y los pliegos son más y más cada vez, y ni hablar del presupuesto, que se ha rebasado más allá de las expectativas. Al final, queda un libro muy extenso (un ladrillo, como vulgarmente se les conoce a los libros gruesos), saturado de imágenes y lleno de información a la que comúnmente se le llama "paja" (sin albur). El libro puede venderse, quizá no todos los ejemplares que se esperaban, sin embargo, para la gente que lo consulte resultará difícil encontrar lo que busca, por más que se haya incluido un índice de contenido, analítico, onomástico, etcétera, etcétera. Aunado a lo anterior, la obra presenta una alarmante cantidad de errores, gazapos, dedazos, saltos y demás pesadillas editoriales, e incluso una imagen cuyo pie dice "Perro labrador" presenta a un lindo gato.


La situación anterior obviamente es exagerada (salvo por lo de las prisas, pues en el medio editorial todo es para ayer), pero sirve para darme a entender. Las cosas deben planearse, pero no demasiado, y se deben hacer poco a poco, con paciencia y sin esmerarse por que sean churriguerescas, pues el resultado quizá no sea el que se espera y, al contrario, termine siendo una decepción.


Otro ejemplo lo podría poner el señor Gordon Ramsay. En el canal de la BBC pasan un programa llamado The f word, en el cual Ramsay interviene (por así decirlo) para que un restaurante alcance fama y gloria. El célebre chef insiste en la preparación de platillos sencillos, sin tantos componentes que les hagan perder su esencia, y tiene que luchar contra el ego y la necedad de los cocineros de cada restaurante al que va a cumplir su misión, y aunque en la alta cocina se cree que entre más, mejor, Gordon demuestra que no siempre es así, y que, al contrario, con pocos ingredientes se puede satisfacer hasta al más exigente paladar. Según Ramsay, no se deben combinar más de cinco sabores (no recuerdo bien la cantidad, pero creo que era una similar) para que éstos no le quiten protagonismo al ingrediente principal (sería muy raro pedir una soupe a l'oignon que sepa a ajo, a queso, a mantequilla y a todo, menos a cebolla).


En la ciencia también hay varios ejemplos de cómo a partir de un hecho simple se puede llegar a una hipótesis que lleve a una teoría y que ésta, a su vez, lleve a formular una ley. Arquímedes, al meterse en una tina, vio que su cuerpo sumergido en el agua desplazaba una cantidad de líquido, y esa observación dio lugar al descubrimiento de la fuerza de empuje hidrostático. Isaac Newton estaba en su jardín cuando vio que una manzana cayó de un árbol, lo que le llevó a preguntarse por qué ésta cayó perpendicularmente, y no hacia los lados o hacia arriba, con lo cual dedujo que una fuerza la atraía hacia el centro de la Tierra; aplicó estas observaciones a sus teorías y experimentos y presentó la Ley de gravitación universal, donde establece la atracción gravitatoria que ejerce un cuerpo con masa sobre otro, y viceversa. Darwin, por otra parte, con base en lo que estudió durante años, pudo establecer la teoría de la selección natural, que describe que en la naturaleza, los seres mejor adaptados desplazan a los menos adaptados en un proceso de acumulación de cambios genéticos favorables a lo largo de las generaciones. Darse un baño, descansar en un jardín, estudiar con paciencia, son sólo algunas de las cosas simples y cotidianas que nos pueden llevar a grandes descubrimientos, pero no son sólo estas acciones las que los propician, también existe otro hecho fundamental para lograrlo: la observación.


Observar nos guía hacia grandes cosas y nos ayuda a comprender mejor todo lo que sucede en la vida. Creo que si pusiéramos en práctica más seguido la observación, nuestra vida sería más llevadera, pues sólo observando es como podemos descubrirnos y apreciar las cosas tal y como son, y saber que lo más sublime está en cada uno de nosotros. Dice un cuento zen que a todos los que uno conozca en esta vida, aunque parezcan insulsos o insignificantes, hay que verlos como santos y sabios, y que haciéndolo todos los problemas estarán resueltos. Observando se puede lograr, pues al hacerlo descubriremos que en cada persona hay una semilla de santidad y de sabiduría, y que hay que ver en el interior de la gente para encontrarla.


Al observar, poco a poco descubriremos que la simpleza de las cosas es en realidad su chispa divina, y que no hacen falta los adornos ni la petulancia para encontrarla. San Francisco de Asís observaba, y eso lo llevó a amar todo lo que le rodeaba, incluso a las personas que lo despreciaban o que lo maltrataban, pues él siempre decía que no hay castigo más duro que recibir bien por mal. Francisco veía a Dios en todas las cosas, y por ello la divinidad lo seguía a todas partes, hasta que al final lo guió hacia la iluminación.


Todo lo dicho en este post es una utopía que espero que se haga realidad. Sé que es algo que quizás no llegue a ver nunca, pero no por ello dejaré de hacerlo con mi persona, pues bien decía San Francisco que, para empezar, hay que consagrarse a lograr las cosas grandes, y cuando estén hechas, emprender las imposibles. Los propósitos son promesas que deben cumplirse, y para hacerlo hay que planearlas, empezar por algo que nos dé el empuje y la fuerza para continuar y llegar a la meta y, por qué no, mucho más lejos de lo que esperamos.


Para este año se vaticinaron cosas difíciles y terribles, hay tristeza y desesperanza, pero también hay simpleza, hay observación y chispas divinas que están en todas partes, esperando a que alguien se anime a despertarlas.


Feliz Año Nuevo a todos los que lean y no lean este blog. Feliz cumpleaños a Sir Isaac Newton, donde quiera que esté. Bendiciones para Gordon Ramsay. Luz para Arquímedes y Darwin. Eternidad para Francisco. Felicidad, conciencia, amor, paz e iluminación para todos los seres de este hermoso mundo.


Lau dixit.