lunes, 6 de julio de 2009

Vivir para cagarla (episodio 9)

Esta humilde sección siempre ha pretendido dejar una enseñanza en los amables lectores de este blog. El día de hoy veremos otra experiencia que nos indica que hay que aprender a cerrar el hocico.

Supongo que no soy la única persona que, debido a la naturaleza de su trabajo, se ve en la necesidad de establecer sus relaciones amistosas por messenger. Y no es que esté mal, pero en el trabajo, al menos en el mío, no se puede hablar de cualquier cosa porque existen unas personitas que se encargan de revisar las conversaciones de los empleados para verificar que no se filtre información.



¿Cuál es la primera enseñanza?
Cerrar el hocico, porque como con las Palantiri de El Señor de los Anillos (¡qué referencia tan nerd!), no sabes quién puede estar viendo lo que escribes.

Tengo un amigo que es a todo dar (bueno, no siempre, sólo cuando no habla de dinero y pendejadas que derivan de los temas de dinero), y un día me hizo una serie de preguntas que contesté una por una. Una vez que terminó el cuestionario, me dijo que si no me molestaba que fuera tan curioso, a lo que le contesté que no, que era mejor que me preguntara porque así me evitaba la pena de tener que empezar a hablar de mí por iniciativa propia. Hasta ahí todo iba bien.

Obviamente mi amigo me tomó la palabra con eso de que no me molesta que me pregunten cosas, y empezó a formular preguntas acerca de mi vida y hábitos sexuales. La verdad no tengo ningún problema con mi sexualidad, pero creo que el messenger no es el lugar más apropiado para hablar de esos temas, y menos si alguien revisa todo, absolutamente TODO lo que ahí escribes. Pero pues ni pedo, ahí estuvo Lau de pendeja contestando.

De lo anterior puedo sacar dos conclusiones:

1. Las personas que revisan las conversaciones seguramente piensan que soy una caliente incontrolable que ni en el trabajo puede dejar de pensar en sexo.

2. Mi amigo se la estaba jalando mientras yo le hablaba de mis gustos y preferencias.

Sé que no debí contestar esas preguntas, pero la neta quería que me dejara de estar chingando para seguir con mi chamba. Y así sucedió, dejó de interrumpirme.

¿Cuál es la segunda enseñanza?
No confiar en alguien que te pregunta acerca de lo que te gusta en el plano sexual, porque:

1. Se imagina que hace contigo todo lo que le platicas.

2. Se la jala con una mano y con la otra te escribe.

3. En cualquier momento se sentirá con derecho de proponerte un acostón, porque piensa que cualquiera que hable de su sexualidad sólo busca un acostón.

(Puede suceder lo que se describe en uno o todos los puntos anteriores.)

A la próxima tendré presente que NUNCA le debo decir a alguien, y mucho menos a un ejemplar del sexo masculino, que no me molestan las preguntas, porque corro el riesgo de que salga con una pendejada como esta, y peor aún, terminar respondiendo cosas que sé que no debo responder.

¡Ups! Creo que se ha derivado otra enseñanza...

¿Cuál es la tercera enseñanza?
Decirle PRIMERO QUE NADA a cualquier persona que se quiera poner a hablar contigo de temas escabrosos que TE REVISAN LAS CONVERSACIONES EN EL MESSENGER.

¡Chale! ¿Por qué siempre se me olvida decírselo a la gente? ¡Cuántas preguntas pendejas y situaciones obscenas me habría evitado!

Lau dixit.

1 comentario:

[DrAk'S] dijo...

Jajajajaja increible, tendre muy en cuenta tus enseñanzas para la siguiente vez que charle por msn de cosas. un saludote. :D