viernes, 18 de diciembre de 2009

Bailar

"The thing with you... it's like the sun shines on me, and it's glorious. And then you forget me and it's very, very cold."

Para ti

Estos días en los que hay tantas fiestas y bailes me ponen melancólica. ¿Por qué algo que se supone que es motivo de alegría y regocijo genera ese sentimiento en mí? Porque me recuerda las cosas que no tengo...

Cuando iba en la secundaria bailaba muy bien, y hasta se podría decir que era de las mejores bailarinas en mi grupo. Sin embargo, un día fatídico mi hermano me fue a recoger a una fiesta y me vio bailando, y por ende se burló de mí. Tanto me afectó su burla que decidí dejar de bailar y olvidar todos los pasos que me sabía.

Como es de entenderse, nunca faltan invitaciones a fiestas, antros y demás eventos en los que inevitablemente se baila, obviamente, me quedo sentada en todos ellos. Tal es mi resistencia al baile que he llegado al punto de pasar inadvertida (más de lo que ya era) y simplemente soy parte del mobiliario o la persona que cuida los tragos, las chamarras y las bolsas. Aunque parezca lo contrario, lo anterior no me afecta, pues dejar de bailar fue una decisión con la que debo lidiar y tomar las consecuencias de la mejor manera, dado que es algo que yo elegí. Sin embargo, hay algo que sí me afecta, y no me había dado cuenta de ello hasta estos días.

Al ver a las personas bailar inevitablemente pienso en la persona a la que amo. Imagino que me toma de la mano, que me conduce a la pista y posa su brazo alrededor de mi cintura, que mis dedos se entrelazan con los suyos y comenzamos una danza interminable, en la que sólo él y yo estamos presentes, sin nadie alrededor. Nuestros pies van al mismo paso, nuestro pulso se vuelve uno solo, nuestros ojos intercambian miradas profundas y eternas y nuestra mente sólo tiene un pensamiento: que ese momento no acabe jamás...

Sí, es algo muy cursi, y tonto, porque nunca va a pasar. No soy la bailarina con la que él quiere llevar el paso, no tengo los ojos en los que él quisiera perderse ni el corazón que él quiere habitar. Lo único que soy es alguien con quien él de repente se encuentra y le regala una mueca que se puede traducir en fastidio, en indiferencia o en cualquier cosa muy lejana al amor. Quisiera seguir su paso, bailar a su compás, pero él quiere otra cosa, algo que simplemente no encuentra en mí.

Al inicio de este post mencioné que las fiestas me recuerdan lo que no tengo, y con eso me refiero a que no tengo simpatía ni soy el centro de atención, no tengo gracia ni soy la mejor bailarina, pero esas son cosas que, a pesar de que carezco de ellas, no me ponen mal ni me preocupan. Lo que sí me preocupa es querer bailar con alguien que no quiere bailar conmigo, porque no sé cómo hacerlo y, de saberlo, tampoco lo haría, pues lo único que siente por mi persona es una gran y apasionada indiferencia.

Quizás algún día baile de nuevo, porque en la vida nada es eterno y no soy tan fuerte como para mantener una decisión por tanto tiempo. Quizás, también, aprenda a bailar de tal manera que ya no vuelva a cuidar chamarras, bolsas y tragos. Quizás me convierta en una estrella del baile. Quizás, y sólo quizás, encuentre a alguien con quien bailar al mismo compás, pero quizás, y eso es lo más terrible de todo, porque es un quizás muy verdadero, nunca bailaré con él y, peor aún, nunca lo dejaré de amar.

Lau dixit.

No hay comentarios: