lunes, 4 de abril de 2011

Libertango

El baile y yo tenemos una historia peculiar. No soy un as. Creo que tampoco sé bailar. Aunque en algún momento supe hacerlo. Lo hacía muy bien. Pero sucedió algo que me bloqueó mentalmente, que me impidió seguir bailando. Y de un día para otro, la danza quedó fuera de mi vida.

Recuerdo que, cuando era niña, en algunas tardes mi madre ponía sus discos y bailaba conmigo. Su favorito era el Tropicanías, de Óscar Chávez. Bailábamos Lágrimas negras, con mis piecitos torpes y todo el sentimiento que mi madre imprimía en sus soberbios pasos. Aquellos fueron momentos invaluables que me guiaron poco a poco hacia el gusto por el baile.

Años después, ya en secundaria, bailaba a la perfección los ritmos que estaban de moda en esa época. Pero un día asistí a una fiesta que organizó una compañera y todo cambió. Mi hermano fue por mí y se asomó al patio, justo donde estaban todos los invitados al festejo. Y también estaba yo, haciendo gala de los talentos con los que había sido dotada. Él se burló y el mundo se me vino abajo. No volví a bailar.



Libertango - Astor Piazzolla

Ya de adulta, mi argumento para no bailar, además del trauma causado por la mofa de mi hermano, fue que el baile no le salva la vida a nadie. Probablemente es una insensatez, pero yo buscaba cualquier pretexto para salvarme del ridículo y la exposición pública de mis talentos perdidos. No sé si hice bien o hice mal, sin embargo, me quedó la sensación de que me estaba perdiendo de algo que me gustaba mucho por una tontería de la adolescencia que debía dejar atrás y me negaba a hacerlo.

Hace muchos años, ya que había renunciado a la danza, fui a ver The Tango Lesson y me enamoré de la música, de los bandoneones, de la sensualidad y de todo lo que va de la mano con este baile. Lamenté haber dejado de bailar. Me sentí triste por mi debilidad, por mi abandono, por mi falta de carácter. Pero no hice nada. Era muy joven para entender las cosas como las entiendo ahora. Mejor me enfoqué en la película. En disfrutarla y gozarla. Recuerdo que una escena me cautivó por sobre las demás, y justo fue la que tiene como fondo la melodía que le da título a este post. Fue lo más sensual, lo más sublime que había visto en mi corta vida.



The Tango Lesson (1997) - Dir. Sally Potter

¿Por qué Libertango? No lo sé. Quizá porque este nombre une dos palabras que me gustan: libertad y tango. Quizá porque el disco homónimo representa un antes y un después en la manera de crear tangos. Quizá, porque me recuerda que debo recuperar lo que perdí, que debo volver a hacer algo que me gustaba y que, sobre todo, disfrutaba mucho. Quizá, porque me recuerda que ser libre es vivir sin ataduras, sin traumas, sin viejas ideas que no me ayudan en nada y sólo provocan que me estanque. Quizá, porque no soy libre del todo, y necesito empezar a serlo.

En 1981, justo el año en que nací, Grace Jones lanzó I've Seen That Face Before, también conocida como Strange, o simplemente Libertango. Aunque esta canción tiene letra y es un tanto oscura, me parece que refleja bien la actitud de la Jones ante la vida: desafiante, segura de sí misma, arriesgada y, sobre todo, libre. He tenido un poco de eso en mi existencia, sin embargo, me parece que no lo he explotado como debería a causa de que no bailo, al menos no como me gustaría.


I've Seen That Face Before (Libertango) - Grace Jones

En los últimos años me he visto obligada a bailar en fiestas y reuniones, quizá por no quedar como alguien que no siente interés o que se rehúsa a participar de las actividades de los demás. En el fondo siempre lo he hecho porque extraño mover los pies, las caderas, la cintura y todas las partes de mi cuerpo que puedan sucumbir ante el ritmo de la música, los acordes de un bandoneón o una mano en mi cintura que sea mi pilar, mi sostén, la pieza clave para dejarme llevar por los pasos de baile que, cual amante, me inviten a perderme, a dejar de ser la mujer temerosa y a convertirme en la mujer libre que vive dentro de mí.

Sé que algún día cercano, en el que ya no ponga pretextos inútiles y haya superado mi trauma, pero sobre todo mi temor al ridículo, me presentaré en un salón de baile y me dejaré llevar por todos mis sentidos y por los tangos que amo, por los compases que quiero volver a marcar con mis pasos y por esa parte de mi vida a la que renuncié y que debo recuperar cuanto antes.

Lau dixit.

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