lunes, 15 de diciembre de 2008

Vivir para cagarla (episodio 2)

En este segundo episodio me gustaría relatar lo que sucedió el viernes pasado.

Como en todas (o casi todas) las empresas de este país, en la que trabajo también hubo comida de fin de año. Obviamente uno se arregla, saca sus garras buenas y hace su mejor intento por no verse tan horripilante (aunque no siempre con muy buenos resultados).

Pues bien, yo hice todo eso, me compré vestido, bolsa, medias, brassiere, abrigo, calzones, etcétera, etcétera, y, por supuesto, un flamante par de zapatos.

Total que ese día me fui bien tempranito a que me peinaran y maquillaran y pos como traía mi vestido en una mano me llevé una mochila para el resto de las cosas, con el fin de ir más cómoda y cambiarme en el momento justo. En cuanto llegué a la oficina me puse a sacar cosas de mi back pack, porque se me ocurrió que me colocaran unas pestañas postizas, pero nunca me puse a pensar que no había elegido el modelo adecuado y ya cuando me vi bien, descubrí que parecía una drag queen. Como era de esperarse hice todo mi desmadrito para arreglar el maquillaje tan bonito que me hicieron sin que se notara que alguna vez las pestañas estuvieron ahí, y en el tejemaneje pos que se me olvidan los zapatos... sí, los ZAPATOS.





Los amables lectores de este blog dirán: "¿Y qué tiene que se le olviden los zapatos? Se regresa por ellos y ya." Pero no, desafortunadamente la cosa no fue así de fácil. Todos estábamos a punto de irnos cuando se me ocurre abrir la mochila, ahí me di cuenta de que no traía los cacles, y que me bajo corriendo del coche sin decir agua va. Entro al edificio y me dicen que ya estaban cerrando todas las oficinas, por lo que me subí cual bólido para taclear al ñor antes de que cerrara la mía. Para variar llegué tarde, al señor nada más le faltaba un piso por cerrar y yo me quedé ahí llorando como imbécil.

El ñor me dijo que buscara un cuchillo y así lo hice, e intentó abrir la cerradura por todos lados pero nomás no se podía. Luego le hablamos al otro ñor y tampoco se pudo. El drama del asunto no era ir con los zapatos feos (porque uno de los ñores me dijo que si no iba elegante, como para consolarme), sino que iban a tomar la foto de la empresa y yo no podía echar a perder mi impecable atuendo. Total que estuvimos en el atolladero casi una hora (aunque a mí me pareció una eternidad) hasta que abrió la chingada puerta.

Como ya me estaban esperando y tenía que llegar a tiempo para la foto, pues que les dejo a los señores dinero para el taxi y yo me fui en coche, cambiándome enfrente de todos, pero ya a esas alturas del partido me daba lo mismo si me veían las chichis o las nalgas. No sé si habrán cagado a los ñores a causa de mi pendejismo, no sé qué vaya a pasar, sólo sé que asumiré la responsabilidad como debe ser. Espero que los señores me disculpen por ser tan mensa.

Nos veremos en otro episodio.



Lau dixit.

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