lunes, 10 de noviembre de 2008

Uñitas pintadas

Supongo que no soy la única en el Universo que alguna vez en la vida se ha puesto a pensar en que existen cosas que simplemente no son para uno. En mi caso, se trata de las uñas pintadas.

Mis manos no son muy bonitas que digamos, y si a eso se agrega el hecho de que me muerdo las uñas y éstas no crecen como deberían, el resultado no se apega a los estándares impuestos por los conocedores de manos femeninas más duchos.

Aunado a lo anterior, mi habilidad para aplicar esmalte no está muy desarrollada, y por consiguiente mis manos terminan manchadas del color que esté utilizando en ese momento.

Este fin de semana volví a intentarlo. Apliqué la pintura con sumo cuidado, esperé a que secara con toda la paciencia que fui capaz de experimentar y traté de no rebasar la orillita, cual exigencia de maestra de jardín de niños a sus pupilos. Total que fue la primera vez que pude hacerme un manicure medianamente decente.

Sin embargo, mis pobres uñas no contaban con mi astucia y me puse a hacer la limpieza en casa. Lavé trastos, limpié el baño con cloro, barrí y trapee todos los rincones de la casa y de paso le di una sacudida a mis libros y algunas otras cosillas de mi hogar. Ya para cuando me fui a bañar me di cuenta de que las uñas comenzaban a descarapelarse y tuve ganas de llorar, pero pensé que la cosa no era tan grave y decidí no hacer tanto pancho.

El domingo mis uñas seguían en las mismas condiciones, pero me valió y pensé: "¡Total!, ¡qué tanto es tantito!"

Todo era miel sobre hojuelas hasta el día de hoy, en que tuve que regresar a trabajar. Después de bañarme caí en la cuenta de que mis uñas estaban en estado deplorable, así que me puse una capa de barniz quesque para disimular lo carcomido, pero creo que resultó peor la cosa.

Cada hora que pasa me veo las uñas más y más culeras. De veras, deveritas que se ponen más gachas cada vez. Siento que les sucede como al retrato de Dorian Gray, sólo que aquí no hay retrato y la fealdad se queda en el mismo individuo (o parte del cuerpo, como sea). Tal vez sólo se trata de una sugestión o todo se debe al hecho de que el barniz de uñas no está hecho para mí, no lo sé, lo único seguro en este momento es que tengo una cita con el quitaesmalte cuando salga de la chamba.

Y por aquello de los retratos que se ponen feos, mejor dejo la imagen de mis manitas con uñitas pintadas, a lo mejor y sí funciona eso de las imágenes que se deforman mientras el original se conserva bello e incólume.



Quien vea estas fotos seguro pensará que además de un buen manicure y una crema rejuvenecedora necesito urgentemente un cirujano plástico para que mis manos sean del mismo tamaño. (Juar juar juar.)

Lau dixit.

P.S. Por cierto, ahorita que veo las fotos me acordé de una anécdota infantil en la que me pinté las uñas con el esmalte rojo de mi tía y otra tía más viejita, mientras me ayudaba a hacer la tarea del kínder, me dijo: "Si te vas a pintar las uñas, píntatelas bien". Sentí rete culero.

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