martes, 4 de mayo de 2010

El piojo y la pulga

Cuando era pequeña, mi bisabuela y dos de sus hijas, hermanas de mi abuela materna, me cuidaban la mayor parte del tiempo porque mis padres trabajaban, por lo tanto, esas tres mujeres fueron sumamente importantes en mi educación e influyeron para que me convirtiera en la persona que soy ahora. Mi familia es todo un matriarcado; las damas siempre han trabajado y han demostrado que todo es posible, y no quiero minimizar lo que a lo largo de la historia familiar han logrado los señores (que también ha sido mucho), sin embargo, la presencia femenina es la que tengo más arraigada en el pensamiento, pues las mujeres han sido las que toman las decisiones más importantes y quienes guían al resto de la familia con la educación y el ejemplo que han dado.

Mi bisabuela era una mujer muy fuerte; a sus 80 años trabajaba y se subía a las combis y al metro como si nada, cual si fuera una veinteañera con mucha vida por delante, tan es así que el cuento cubano Francisca y la muerte pareciera que fue escrito para ella, porque tenía una fuerza increíble y cientos y cientos de cosas por hacer. De mi bisabuela aprendí que hay que tratar bien a las personas sin importar cómo sean; aprendí que ser precavida me ayudaría a realizar mis actividades con eficiencia; aprendí que la generosidad trae muchas satisfacciones intangibles, que son mejores que las tangibles; aprendí que una mujer es capaz de lograr cualquier cosa por difícil que parezca, y aprendí que la vida es lo que uno haga de ella. Aunque fue estricta, también fue muy dulce y me consentía cada que podía, al grado de tener en su casa una almohada, una cobija mini y un peine amarillo padrísimo en forma de perro salchicha (mismo que tengo que conseguir), todos de mi propiedad, claro está, además de recibir juguetitos, golosinas, libros de cuentos, clases de macramé y manualidades y un curso de inglés muy bueno que me habría ayudado mucho ahora que soy adulta (o intento serlo).

Todo lo que representaba mi bisabuela para mí, se puede resumir en tres conceptos: fortaleza, generosidad y calidad humana, y pienso que para otras personas así fue también. Cuando murió, muchísimas personas fueron a darle el último adiós y lloraron la pena de su ausencia, y me quedó muy claro que fue una mujer que hizo una diferencia en la vida de muchos y dejó un gran legado con el cariño y las enseñanzas que siempre prodigó.


Empezaré ahora a hablar de mis tías, lo haré primero con la más grande de edad. De pequeña, ella era quien me llevaba a la escuela y me cuidaba cuando mis padres no estaban, me bañaba, me vestía y estaba pendiente de mí la mayor parte del tiempo. Yo pasaba mucho tiempo en casa de mi bisabuela, donde vivían también mis tías, y me encantaba quedarme a dormir porque usaría mi almohada y mi cobijita y, por supuesto, al día siguiente mi tía me peinaría con mi peine de perro salchicha y me ayudaría a ponerme el uniforme, me daría un delicioso desayuno de café con leche, huevo estrellado y platanitos fritos, y me prepararía con mi bolsa y mi tostón envuelto en papel de estraza para que comprara algo a la hora del recreo. Mi tía sabía hacer de todo, pero su mayores talentos, según yo, eran la cocina y la costura.


Recuerdo que mi tía preparaba platillos riquísimos, incluso algo tan simple como un bistec asado le quedaba delicioso, y ni qué decir de los guisos elaborados, literalmente eran suculencias, ambrosía para nuestro paladar. También recuerdo que cosía en su máquina y en una ocasión en la que ella y mi bisabuela me iban a llevar a una fiesta de una conocida suya, mi tía improvisó un vestido con un blusón que la hermana de mi madre no usaba, pues esa vez yo no iba preparada para asistir a tal evento, y quedé encantada con el resultado. Mi tía a veces me hacía bolsas para que llevara mis útiles de la escuela, mismas que me gustaban mucho y no le pedían nada a las mochilas de Kitty o de lo que sea que haya estado de moda esos años (en los 80 no había mochilas de monos, estaban en boga las gigantescas, cuadradas y horribles Samsonite), para mí, esas bolsas eran simplemente las mejores del mundo.

Mi tía representa en mi vida el ejemplo del trabajo duro, la humildad y la fidelidad en su máxima expresión. Siempre se entregó a la familia, siempre nos cuidó y nos apoyó en los tiempos malos y los no tan malos, nos alimentó, nos cuidó, nos enseñó a leer, a sumar, a escribir, a ser constantes con nuestro esfuerzo y a ayudar a los demás sin esperar nada a cambio. En ella se cumple la frase de San Agustín, que después Teresa de Calcuta usaría: quien no vive para servir, no sirve para vivir, pues toda la vida ha tenido la disposición y el desprendimiento de dar y dar, teniendo como única recompensa la satisfacción de haber ayudado a alguien. Si no hubiera sido por mi tía, yo no conocería lo que significa la bondad.


Mi otra tía es radicalmente distinta a su hermana en cuanto a su carácter, pero en cuestión de generosidad y disposición para ayudar a la gente, podría decir que son iguales. Recuerdo que cuando yo era pequeña veíamos la ópera o el ballet cuando los transmitían por televisión, y que podía pasar horas platicándole cosas, mismas que ella escuchaba con atención y toda la paciencia del mundo; también recuerdo que me ayudaba con mis tareas del kinder y la admiración que sentía cuando hablaba de algún libro que estaba leyendo (también estudió letras). Siempre soñé con leer todos los libros que tenía, pero no lo logré porque regaló muchos, aunque algunos nos los dio a mi hermana y a mí; de no haber sido por que ella fomentó en mí el hábito de la lectura, mi destino habría sido muy distinto y seguramente no me encontraría escribiendo esta entrada. Si hay una frase que me hace pensar en mi tía, es ésta, de John Milton: un buen libro es preciosa sangre de vida de un espíritu magistral, embalsamado y atesorado con el propósito de dar vida más allá de la vida; ella siempre atesoró libros y sabiduría y compartió ambas cosas con todos los que hemos sido como sus hijos, y toda la literatura, las palabras y las letras que conocimos gracias a que nos encauzó por el camino del arte, forman parte de un legado que transformó muchas vidas, no sólo la de aquellos que la amamos.

Cuando me quedaba en casa de mi bisabuela, había mañanas en las que mi tía ponía sus discos y preparaba desayunos de pan francés o empanadas tabasqueñas, y pasábamos el tiempo oyendo música y cuidando las plantas, lavando el patio, el coche u ordenando sus papeles y sus recuerdos; con ella siempre había algo que hacer, y por más aburrida que pareciera una actividad, a su lado resultaba muy divertida. Mi tía siempre tenía una anécdota que contar, un viaje que relatar o un detalle que compartir, y todos éramos blanco de esa generosidad; nunca faltó el momento en el que nos ayudara con una tarea, nos prestara un libro, nos enseñara algo nuevo o simplemente compartiera con nosotros una tarde amenizada por la música de los Beatles, Edith Piaf o algún clásico de esos que se escuchan y, aunque no se tenga idea de quién toca o canta la melodía, inmediatamente le resulta familiar y la asocia con algún recuerdo o con un sentimiento que parecía olvidado.

La crítica literaria, la versificación, las manualidades, la degustación culinaria y los idiomas eran algunos de los muchos talentos de mi tía, pero creo que el mejor de todos sin duda consiste en que sea como es, una mujer divertida, culta, generosa y con muchas cosas que enseñarle a los demás, pero sobre todo, con mucho que compartir, pues un gran corazón necesariamente desborda lo bueno que tiene para dar, y eso es exactamente lo que sucede con mi querida tía.

Lo que escribí en los párrafos anteriores en apariencia no tiene nada que ver con la canción que le da título a este post, pues tanto mi bisabuela como mis tías son mujeres muy diferentes entre sí. Elegí esta melodía en la voz de Pedro Infante porque con todas juntas y las tres por separado, llegué a ver al menos una cinta del ídolo de Guamúchil, y la composición es una de las que más me gustan del señor Infante (parece una antítesis, jeje), además de que es muy graciosa y menciona a un gato. Las películas de este personaje forman parte de los momentos que pasé con ellas, instantes que disfruté mucho y en los cuales reímos, la pasamos bien y se fortalecieron los lazos que nos unen.

A continuación, el sonido (o intento de video) y la letra de la canción:


Pedro Infante - El piojo y la pulga




El piojo y la pulga se van a casar
No se han casado por falta de maíz
Tiro lo tiro tiro liro liro
Tiro lo tiro liro liro la.

Responde el gorgojo desde su maizal:
"Hágase la boda que yo doy el maíz."
Tiro lo tiro tiro liro liro...

Bendito sea el cielo que todo tenemos
Pero los padrinos donde agarraremos.
Tiro lo tiro tiro liro liro...

Salta el ratón desde el ratonal:
"Amarren al gato que yo iré a apadrinar."
Tiro lo tiro tiro liro liro...

El piojo y la pulga se van a casar
Les pregunta el padre si saben rezar.
Tiro lo tiro tiro liro liro...

Salta la pulga que se desafina:
"Tráiganme unas naguas, yo seré madrina."
Tiro lo tiro tiro liro liro...

Se acabó la boda, hubo mucho vino
Se soltó el gatito y se comió al padrino.
Tiro lo tiro tiro liro liro...

En la madrugada cuando el sol salió
No hubo ni un changuito que no se rascó.
Tiro lo tiro tiro liro liro...




Mi bisabuela y mis tías forman parte de mi vida, mis conocimientos, mis creencias y todo lo que soy. Gracias a ellas sé que una mujer siempre se abre paso y tiene la fuerza y los pantalones necesarios para triunfar y, según sea el caso, sacar adelante a los suyos. Me enorgullece el hecho de que mi familia sea un matriarcado en el que hay varias damas ejemplares, maestras de la vida y maestras de profesión, y estoy convencida de que así como han transformado mi existencia, también han dejado una huella, una semilla de su grandeza en muchas personas, lo cual es el comienzo para que el mundo sufra un cambio radical y se convierta en un lugar mejor.

Mi niñez fue dura en algunos momentos, como el que describo en este post, sin embargo, la felicidad que experimenté en esos años, fue causada en gran medida por todo lo que esas tres maravillosas mujeres hicieron por mí. Nunca podré retribuir lo que recibí de ellas, simplemente no hay manera de hacerlo pero, como siempre, tengo palabras y un blog para expresar mi gratitud y lograr que las personas sepan que siempre hay alguien grande en una familia, que la gente grande no necesariamente es la que se menciona en los libros de Historia, o aquella a la que se le conoce por su obra o un logro para la humanidad, más bien es la que deja un poco de sí misma en los demás, la que tiene la capacidad de cambiar muchas vidas y la que, con simpleza, nos muestra lo que podemos lograr sin temor a ser superada y, al contrario, tiene la humildad suficiente para lidiar con su creación.


Lau dixit.

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