jueves, 25 de febrero de 2010

I ♥ Chopin



Cuando vi la película El Pianista, no me sentía muy entusiasmada. De un tiempo para acá evito los filmes que tratan sobre el Holocausto, los nazis o cualquier tema relacionado, y no es porque sea una antisemita o algo parecido, simplemente no me gusta que me estén recordando un capítulo de la historia sumamente triste y desagradable.

Pero bueno, la idea de este post no es hablar de historia ni de antisemitismo, más bien es contar cómo fue que me hice "fans" de Chopin.

Recuerdo que el día que vi la película me sentía inquieta, no sé si fue porque ya sabía a lo que le tiraba (escenas deprimentes) o porque iba con A., que se mostraba mucho más interesado que yo. En las más de dos horas que estuvimos en la sala, varias veces escuché que una que otra persona lloraba, que alguien por ahí dejaba escapar un quejido, como si el dolor de los personajes de la película se trasladara a su persona, y que otros suspiraban con melancolía, como si de alguna manera todo el dolor del mundo se hubiera concentrado justo en el mismo lugar donde estábamos sentados. En la escena cumbre de la película, cuando Wladyslaw Spilzman es descubierto por el capitán Hosenfeld y éste le pide que toque algo para ver si efectivamente se trata de un músico, A. empezó a llorar. Yo no supe qué decir, así que no dije nada.

Durante mucho tiempo ese recuerdo estuvo guardado en mi memoria, hasta que un día, varios años después de haber visto la película, revisando entre las canciones que tenía en la compu me encontré con un tema que aparece dos veces en el filme. Le di una oportunidad y lo guardé en el ipod, y un día, en mis eternos viajes de pesero, sonó la composición. Me gustó tanto que la repetí una y otra vez, y me hice el hábito de ponerla cada vez que me iba a dormir. De ahí comencé a preguntarle a papá Youtube sobre otras melodías de Chopin, y no pude hacer nada más que disfrutarlas y amar al músico cada que descubría algo de él.

La composición a la que hago referencia es ésta:


Frédéric Chopin - Nocturne in C sharp minor (no hubo un video mejorcito, se los debo)

Después de varios años de haber visto la película, me he reconciliado con ella. Tuvo que pasar mucho tiempo para entender por qué A. lloró aquella vez y por qué no pude decir una sola palabra. La razón es simple: no todos los días se ve algo tan bello como que una persona esté dispuesta a entregar su vida por la música; no todos los días se es testigo de los obstáculos que puede vencer la música, y no todos los días se puede presenciar cómo alguien que en apariencia tiene un corazón duro, se sienta tan conmovido por algo tan sublime cuando no se esperaría que lo hiciera. No lloré ese día pero lloro ahora, de madrugada, por A., por Chopin, por Spilzman, por Hosenfeld, por saber que los hombres sí conocen el llanto y por toda la belleza y la perfección que la música trae consigo.

La composición de aquella escena que no me hizo llorar sino hasta siete años después, es la siguiente:


Frédéric Chopin - Ballade in G minor Op. 23 (fue el único video que encontré que incluye extractos de la escena)

Chopin tuvo que enfrentar muchas dificultades y vivir lejos de su patria por todos los problemas políticos que surgieron en aquella época. Llevó una vida complicada, pero eso no le impidió seguir componiendo, y creo que Wladyslaw Spilzman enfrentó los horrores del Holocausto porque era el mismo tipo de hombre que fue el noble Frédéric. Aunque la señora George Sand haya dicho que era todo lo contrario, creo que Chopin fue un ser humano fuerte que nunca se dejó vencer y siguió haciendo lo que tanto amaba, y en cierta manera, Spilzman hizo lo mismo, enfrentó diversas pruebas, sin importar qué tan difíciles fueran, para seguir viviendo por y para la música, por ello me atrevo a decir que fueron hechos con el mismo molde. Mi admiración por ambos personajes radica en que lo dieron todo por la música, y que nos dejaron un gran legado.

Sin duda, amo a Chopin (como lo dice el título del post) porque sus composiciones se apegan al momento por el que estoy pasando, y siempre hay una melodía que se adapta a la perfección con mi estado de ánimo. Al señor Spilzman lo admiro por tocar impecablemente la música del genio polaco, y por aferrarse a la música y no dejar que ésta muriera. Creo que cuando somos capaces de darlo todo por alguien o por algo, somos realmente libres, pues no se alimenta el ego ni se espera nada más que aquello por lo que nos sacrificaremos permanezca y provoque los mismos sentimientos en otras personas, para que también tengan una inspiración y un motivo por el cual ser capaces de entregar la vida gustosamente.

Gracias, A., por tus lágrimas de aquel día, porque fueron la chispa que encendió la llama de la compasión en mí. Gracias, Frédéric, por regalarnos tu música y aportar más belleza a nuestra existencia. Gracias, señor Spilzman, por inspirarnos a luchar y dar la vida por lo que queremos, si es preciso. Gracias a los tres, por ser parte de la belleza de cada uno de mis días.

Lau dixit.

1 comentario:

Dany Boy dijo...

Definitivamente me he hecho fan de tus posts, gracias por compartir todo lo que encierras ; )