lunes, 29 de marzo de 2010

Aves de paso



Aves de paso, como pañuelos cura-fracasos.

Joaquín Sabina



El fin de semana anterior se me hizo ver An Education. El filme narra la historia de una chica de 16 años que se involucra con un hombre de 35, y se basa en un escrito autobiográfico de la periodista Lynn Barber que mi bienamado Nick Hornby se encargó de adaptar para su versión cinematográfica. Esta película, a pesar de que me gustó, hizo que regresaran a mi mente algunos recuerdos incómodos y dolorosos, aunque también pienso que fue bueno que la viera, pues indudablemente propició esta catarsis convertida en post.

Nunca fui muy fan de Sabina, por lo tanto a la canción que le da nombre a esta entrada no la conocí por mi cuenta, sino gracias a una querida amiga que es muy fan del genio de Úbeda, y la considera entre las melodías más significativas de su vida. Al principio no entendía muy bien por qué le gustaba, pero después de escucharla con detenimiento y establecerla como soundtrack de algunas vivencias de mi pasado remoto, me apropié de ella y le di un significado, la adapté a lo que pienso y siento acerca de eso que viví y que de repente llega a doler, quizá no de la misma forma que cuando el suceso era reciente, pero duele al fin.

Por alguna razón que desconozco, siempre he tenido más éxito con los hombres mayores que con los de mi edad. En mi oscuro pasado hubo varios señores más grandes que yo con los que llegué a salir una o varias veces, con algunos llegué a tener una especie de "relación", con otros como que sentía algo y de uno o dos me enamoré perdidamente. El problema de salir con alguien más grande que tú es que te puedes llevar sorpresas no muy agradables, pero debido a tu juventud o tu inocencia o como se le pueda llamar, no imaginas que esas personas algunas veces carecen de sinceridad y ocultan detalles insignificantes, como que son casados, tienen pareja, viven con alguien, etcétera, etcétera, etcétera, y cuando lo descubres lo primero que experimentas es la sensación de que eres una tonta, después sientes rabia por no haberlo sospechado y, si bien te va, al final pasas por una etapa de aceptación y superación de lo sucedido.

En mis primeras experiencias con hombres mayores obviamente nunca sospeché que tuvieran una vida ya hecha y que yo sólo era un entretenimiento, una actividad recreativa de la que tarde o temprano se llegaban a cansar porque encontraban algo mejor qué hacer, u otra mujer con la cual salir del tedio que supone su vida rutinaria. Tiempo después adquirí cierta experiencia que me ayudó a detectar las mentiras y decidí que no quería lo poco que ellos me podían ofrecer; no quería ser la amante; no quería ser la causa del dolor de una esposa; no quería ser alguien a quien había que esconder y, mucho menos, quería ser relegada al anonimato, al "nunca existió" o "nunca la conocí". Por todo lo anterior elegí ser un ave de paso, alguien que se va sin que tengan siquiera qué pedírselo; una persona que no pide explicaciones ni hace dramas porque sabe que su presencia ya no es requerida; alguien que se traga sus sentimientos para no decirle palabras de amor a un hombre que no las quiere oír; una persona que prefiere irse antes de lidiar con el dolor de que el otro se vaya antes y de un modo no tan amable; alguien que se va sin dejar rastro y con la plena conciencia de que nadie quiere encontrarla de nuevo, por lo que se esconde, se pierde, desaparece...

A continuación, el video y la letra de la canción:






Joaquín Sabina - Aves de paso (no hay video de esta melodía, por eso tuve que postear éste todo piñatón)



A las peligrosas rubias de bote
que en el relicario de sus escotes
perfumaron mi juventud.

Al milagro de los besos robados
que en el diccionario de mis pecados
guardaron su pétalo azul.

A la impúdica niñera madura
que en el mapamundi de su cintura
al niño que fui espabiló.

A la flor de lis de las peluqueras
que me trajo el tren de la primavera
y el tren
del invierno me arrebató.

A las flores de un día
que no duraban,
que no dolían,
que te besaban,
que se perdían.

Damas de noche
que en el asiento de atrás de un coche
no preguntaban
si las querías.
Aves de paso,
como pañuelos cura-fracasos.

A la misteriosa viuda de luto
que sudó conmigo un minuto
tres pisos en ascensor.

A la intrépida “cholula” argentina
que en el corazón con tinta china
me tatuó “peor para el sol”.

A las casquivanas novias de nadie
que coleccionaban canas al aire
burlón de la “nit de Sant Joan”.

A la reina de los bares del puerto
que una noche depués de un concierto
me abrió
su almacén de besos con sal.

A las flores de un día
que no duraban,
que no dolían,
que te besaban,
que se perdían.

Damas de noche
que en el asiento de atrás de un coche
no preguntaban
si las querías.

Aves de paso,
como pañuelos cura-fracasos.
A Justine, a Marylin, a Jimena,
a la Mata-Hari, a la Magdalena,
a Fátima y a Salomé.

A los ojos verdes como aceitunas
que robaban la luz de la luna de miel
de un cuarto de hotel, dulce hotel.

A las flores de un día
que no duraban,
que no dolían,
que te besaban,
que se perdían.

Damas de noche
que en el asiento de atrás de un coche
no preguntaban
si las querías.

Aves de paso,
como pañuelos cura-fracasos.


Algo que me sucedió con algunos de esos hombres de los que hablé en párrafos anteriores fue que cuando me di cuenta de que debía asumir mi papel de ave de paso y ellos me supieron perdida, trataron de recuperarme, lo cual me provocó gran molestia. Unos, lo hicieron discretamente; otros, en cambio, lo ejecutaron con toda la intención de lastimarme, porque no soportaban que su ego fuera herido, porque el orgullo a veces es más fuerte que el sentido común, y finalmente, por ese egoísmo, que exige que se le alimente, que se le dé fuerza y que se le mantenga vivo a toda costa. 

Todo lo anterior obedece, creo, a esa afición que tenemos algunos de guardar todo, aun las cosas que no queremos o necesitamos, porque la sensación de poder que nos da el hecho de saberlas nuestras es difícil de igualar, sin embargo, creo que por más bien que uno se sienta al poseer algo, debe dejarlo ir para que pueda avanzar, ver hacia adelante y trascender.

An Education fue una película con la que esperaba llorar y no pude hacerlo, tal vez porque me sentí tan identificada que ese sentimiento bloqueó cualquier otro, o tal vez esa ausencia de lágrimas fue una señal de que, en cierta forma, he superado lo vivido, que nunca me enorgulleció ni me hizo regodearme en mi papel de “amante” cuando supe que lo era, o simplemente fue mi condición de ave de paso, que no me permite mirar atrás ni generar apegos o crear lazos con aquellos que pedían a gritos mi abandono. 

Sea como fuere, este filme me ayudó a satisfacer mis necesidades catárticas y a ver todo desde la perspectiva que me da el tiempo que ha transcurrido, y descubrir que ya no tiene que doler y que debo perdonarme por todo eso, pues bien dicen las abuelas que lo mejor del pasado es que está en el pasado, y por lo único que debo esforzarme es por que se mantenga de esa forma.

Lau dixit.

P.S. Lo siento, G., me robé tu canción, pero después nos arreglamos, jeje.

1 comentario:

Sea lo que sea dijo...

Mi querida Lau!

La canción es tan tuya como mía... Con este relato me conmuevo por tu historia y te mando un gran abrazo. Como dije en aquel mail donde explicaba mis razones para sentirme "ave": cuando por fin comprendes que no son ellos los que se van sino una la que decide no quedarse, puedes verte desde otro ángulo... uno que te inspira a seguir volando. Y quién sabe, quizas en uno de esos vuelos, encuentres un lugar mejor donde por fin hacer nido.

Abrazo bien fuerte de esta ave con una sola ala!